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Sol y sombra

El gorro de Lluís Llach

Lluís Llach ha dicho de Serrat que su obediencia es socialista por mantener que el referéndum no es transparente ni representa a los catalanes. A Serrat y a Llach les deben las penúltimas generaciones algunas de las canciones más hermosas. Siempre me gustó Llach, incluso frente a quienes sostenían que escucharlo era padecer de manera innecesaria el tormento de la tristeza. Procuraba no perderme sus discos y en ellos siempre encontraba una especie de lirismo mediterráneo en situación de trance pero maravilloso e íntimo. De Serrat puedo decir que me ha acompañado desde que lo escuché por primera vez, creo que con "Cançó de Bressol". Por insistir en programar una de sus canciones prohibidas durante el franquismo a punto estuve de que me echaran de la emisora de radio donde hacía pinitos.

En la canción española de unos años atrás han sido, a su modo, tanto Serrat como Llach, dos colosos, el primero extrovertido y cosmopolita, el segundo impenetrable y anclado en la Cataluña profunda. Seguramente por esa razón ha surgido de ellos una dicotomía que no es la única que existe entre los catalanes pero sirve para explicar las diferencias que dividen a una sociedad. Es más, entre uno y otro, pese a que ambos compartieron una misma trinchera contra el franquismo, se percibe con facilidad la distinción que otorga la inteligencia. Y no hablo de canciones, sino de ideas. Oír a Llach expresarse sobre el nacionalismo supone escuchar la versión más lobotomizada de la realidad. Serrat, en cambio, se acerca bastante a ella. Al hacerlo, además, aún poniéndose algo de perfil, se ha expuesto a que los cientos de intolerantes que planean sobre el procés lo tilden de fascista.

Lo que Llach debería haber hecho, al referirse a su colega Serrat, es defenderlo de quienes lo injurian. Pero habría que preguntarse primero si actualmente hay materia gris debajo del gorro que cubre su calva.

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