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De las conversaciones de Gredos a los encuentros de Covadonga

Una propuesta fértil con raíces en tiempos del llamado franquismo

Sorprende la frivolidad con la que muchas personas de nuestro tiempo juzgan sin matices los tiempos de la dictadura, cuarenta años de la historia de España que se engloban en una sola y despectiva palabra, como si todo fuera hechura del general: franquismo. Y en ese tiempo estuvimos todos los que, poco o mucho, nos tocó vivirlo, de izquierdas y derechas, críticos, indiferentes o fanáticos. Décadas en las que hubo de todo, bueno y malo, conflictos y soluciones, pero también intentos de aperturas e iniciativas culturales, religiosas y políticas de enorme interés.

Sin entrar en detalles, pasado el ecuador de aquel largo período de nuestra historia, ya en los años cincuenta con el ya incipiente desarrollismo, todo empezaba a cambiar digamos que desde dentro. Surgieron entonces una serie de iniciativas culturales interesantes. Consideremos una de ellas, pionera en este proceso: las Conversaciones de Gredos, que hoy vienen a cuento incluso por ser citadas en los recién iniciados Encuentros de Covadonga que acaso no han despertado el interés informativo que hubieran merecido.

Lo merecieron hace más de medio siglo, con el incipiente desarrollismo y los condicionamientos propios del tiempo, aquellas pioneras reuniones del parador de Gredos, entre las décadas 50 y 60, en las que participarían intelectuales de la talla de Julián Marías, Aranguren, Ruiz Jiménez, Castellet, Vivanco, Laín Entralgo, Luis Rosales, Ridruejo y muchos otros -entre ellos, algunos de los futuros padres de la Constitución democrática- para hablar de cultura, religión y política ante el futuro de España.

Surgen también entonces iniciativas fértiles como las Semanas Sociales, los encuentros internacionales de Santander y San Sebastián, el Congreso de Prensa Católica, y una serie de publicaciones críticas sin dejar de ser confesionales como "El Ciervo", "Mundo Social", "Signo", "Tú", "Juventud Obrera" y "Cuadernos para el Diálogo". El pensamiento cristiano entra entonces en una fase de preconcilio de carácter ecumémico, de diálogo y libertad con una gran preocupación por los derechos humanos y las actitudes cristianas ante los acuciantes problemas sociales y la superación del complaciente "nacionalcatolicismo".

En fin, dentro de lo específicamente periodístico, brota la gran polémica entre el ministro Arias Salgado y el cardenal Herrera Oria sobre la política española de la información y la necesaria y urgente libertad de prensa. Lo que no alcanzaría una primera formulación hasta la Ley de Prensa del ministro Manuel Fraga en 1966, con sus luces y sombras. Tiempos, pues, absolutamente fértiles en la conquista de las libertades, también desde una perspectiva cristiana.

Viene todo esto al recuerdo a propósito de las Conversaciones de Covadonga, interesantes y prometedoras, que nacen al hilo de las celebraciones del año jubilar por los centenarios del Parque Nacional del Sitio y de la imagen y el décimotercero de la Batalla, hasta ahora sin la gran repercusión mediática que todo ello merece.

Es conveniente resaltar todo esto de un pasado que ciertos sectores políticos tratan de despachar con una especie de forzado desprecio que se concreta en una sola palabra: franquismo. Vaya por Dios.

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