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Psicólogo

Eduardo García

Atrapar la mirada

La moda de los tatuajes y los piercings

El sentido del tacto es el más extenso que tenemos, ya que se encuentra distribuido por todo el cuerpo, y es el primer sentido que se despierta cuando venimos al mundo; junto con el sentido del olfato, es al que prestamos una menor atención; sin embargo, de un tiempo a esta parte la moda de los tatuajes y los piercings parece que nos ha vuelto a todos sinestésicos, si por sinestesia entendemos la sensación secundaria o asociada que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra, por ejemplo: ver un tatuaje y que te remita a un olor fuerte y acre, u observar un piercing y oír un grito desgarrador.

En el pasado el tatuaje ha funcionado como marca, y estigmatizaba a los excluidos de la sociedad (criminales, esclavos, prostitutas), y como signo de pertenencia a un cuerpo profesional (marinos, soldados), que crea el sentimiento de tener el mismo destino viril y agresivo. Pero el cambio se ha producido porque lo que dependía de lógicas holísticas, tribales y comunitarias ha entrado en un proceso de expresión, de afirmación y de teatralización de tipo radicalmente individualista. Así pues, hoy en día es el individuo quien elige decorarse la piel en función de gustos propios o deseos. El tatuaje tenía un sentido colectivo de iniciación al igual que el piercing, como en la película "Un hombre llamado caballo" (1970), donde Richard Harris interpreta el papel de un hombre blanco que tiene que pasar por una ceremonia o ritual donde sus músculos pectorales son atravesados por unos colmillos (qué mejor piercing que este), y colgado debe pasar tres días sin comer y sin beber. Evidentemente el protagonista consigue superar la prueba y ser aceptado y valorado dentro de la comunidad siuox.

Pero hoy en día, en este teatro de individualidades la finalidad es atraer la mirada, ser visto, ponerse una segunda piel, "artistizar" el cuerpo, pasar a ser dueño del cuerpo-espectáculo de acuerdo con lo que más me apetece. Para el sociólogo francés Gilles Lipovetsky: "de un ritual social, el tatuaje ha pasado ha ser un signo estético, una forma de convertir el cuerpo en obra de arte con fines estrictamente personales. El tatuaje expresa un deseo de ponerse en escena de manera personalizada, el no pasar inadvertido, construir una identidad visible única. Como tal participa plenamente en el proceso de estetización del mundo".

Vivimos tiempos de hiperindividuación y de hiperpersonalización, al culto de las marcas comerciales hay que añadir ahora la marca de uno mismo en la propia piel.

Por lo tanto más que cultivar el tacto, lo próximo, el contacto, la progresiva estetización del mundo ha conseguido un gran preponderancia y dominio del sentido de la vista, así que, parafraseando a Ortega y Gasset, quien afirmaba que los escaparates mandan, más bien cabría decir que ya todo es un mero escaparate y que volverse sinestésico aunque sea por momentos puede ser una sana estrategia evolutiva.

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