Estamos en fiestas, de manera que la actividad municipal se ralentiza y torna anodina, como corresponde a una ciudad que celebra su semana grandona. A la espera de encarar la recta final del programa festivo de Begoña, con Roca Rey abriendo la puerta grande -a punto estuvo también de abrir de urgencia la de la enfermería- y los antitaurinos dando la matraca, que en su derecho están; después de que las algas dejaran, sorprendentemente, de corromperse en la bahía, formando balsas de nata, al equipo de gobierno le viene a quitar el sueño otro tipo de corrupción: el de la Enredadera de los chorizos leoneses ahumados en la chimenea de puros habanos en restaurantes de tres tenedores a los que acuden empresarios trapicheros y policías, a la luz de lo que cuentan los informes y las escuchas de la UDEF.
Puede que en Gijón quisieran entrar, pero no entraron, como defiende ese dechado de vehemencia que es el concejal Aparicio; y no hay que dudar de la veracidad de sus apreciaciones, pero convendría que en el Pleno del próximo jueves quedara claro hasta dónde quiso llegar o llegó la trama corrupta y qué diques sobrepasó, en el caso de que algo lograra. No se olvide que empresas vinculadas a estos gánsteres consiguieron, que se sepa, dos contratos municipales en Gijón. Uno de ellos, el de asistencia a domicilio, muy generosamente dotado en euros. Y, al parecer, mal atendido.
Por lo demás, cantó el Gallo y negó tres veces. Llegó el moscón o el tábano astorgano pidiendo árnica y el de los espolones le rebotó a Grao. Hay que tener cuidado con las amistades peligrosas, con quién se sienta uno a la mesa, que igual que hay quien dispone de don de lenguas para escribir novelas, hay también quien peca de lengua desbocada sin hacer la o con un canuto.