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Pablo Casado: ¿cuestión de fe?

Tras el cambio de líder en el Partido Popular

Con la llegada de Pablo Casado a la presidencia del Partido Popular, muchas personas hemos visto un rayo de esperanza. Esperanza en que finalmente el mensaje de la libertad, el mensaje del liberalismo, vaya encontrando su espacio en los diferentes partidos políticos, empezando por el hasta ahora mayoritario partido político que dice representar al "centro derecha" español.

El mensaje de Casado parece a priori claro y esperanzador al menos en tres asuntos fundamentales; en materia impositiva, bajada de impuestos (IRPF y Sociedades) o eliminación de los mismos (Impuestos al ahorro, donaciones, sucesiones y patrimonio); en materia educativa, libre elección de centro y modelo educativo; en materia de política nacional, defensa de la unidad de España

Todos estos mensajes, por venir de una persona recién nombrada presidente de un partido político de la innegable importancia actual del Partido Popular, deben ser motivo de celebración por todos aquellos que valoren en algo su existencia futura como seres libres. Y sin embargo dichos mensajes deben ser, por los mismos motivos, por venir de un político profesional, acogidos con extraordinaria cautela. Un político profesional que, gracias a una ya dilatada carrera en política, puede ser juzgado por sus obras? y por sus silencios.

Nos hayamos aquí ante un político que ya era presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular de Madrid a la tierna edad de 24 años, para posteriormente ser diputado de la Asamblea de Madrid (2007-2009), director de gabinete en el gobierno de José María Aznar ( 2009-2012), portavoz del comité de campaña para elecciones municipales y autonómicas (2015), vicepresidente de comunicación del Partido Popular (2015-2018) y finalmente presidente del Partido Popular desde 2018. Trece años de continuada y ascendente carrera política. Trece años en los que mientras ostentaba cargos de responsabilidad política, el partido político que él representaba y defendía, se dedicaba a hacer en multitud de ocasiones lo contrario de lo que ahora él nos promete. Ante la magnitud de la deriva, algunos se fueron, él no.

No hay que tener demasiada memoria para recordar que acciones tales como subidas generalizadas de impuestos, aumento de la deuda pública, inacción culposa frente al problema separatista, dejación de funciones en materia de libre escolarización o elección de lengua, etc? fueron ejecutadas bajo gobiernos del Partido Popular en los que Pablo Casado parecía encontrarse confortablemente instalado. Ante esta situación, es lícito preguntarse ¿Apoyaba el señor Casado dichas acciones de gobierno que contradicen frontalmente su actual discurso? Al fin y al cabo, en la época más liberticida del PP, él era nada más y nada menos que el flamante vicepresidente de comunicación del PP. Nadie mejor que el propio Casado para responder a esta legítima pregunta. Y a mi modo de ver, dicha respuesta ya la dio el señor Casado en su discurso de coronación como nuevo presidente del PP: "Gracias, querido presidente Rajoy. Yo te voy a seguir llamando presidente, porque te debemos mucho por tus cuatro décadas de extraordinaria labor de servicio público a todos los españoles. Va a ser muy difícil estar a tu altura? El Partido Popular vuelve a intentar reconquistar el corazón de todos los españoles, como militantes de la formación que sustentaba a un extraordinario Gobierno". Gracias Rajoy por un extraordinario gobierno?

Pablo Casado, de eso creo que podemos estar razonablemente seguros, es un hombre que sabe lo que es el liberalismo, que seguramente cree en su fuero interno que las medidas de liberalización económica y social son el camino, el único camino, hacia el progreso. Pero Pablo Casado también es, sobre todo, un hombre que ha desarrollado su "carrera profesional" como político. Un político que ha demostrado, hasta ahora, que la adhesión a la línea que en cada momento dicte "El Partido" está por encima de sus creencias, certezas o deseos personales. Trece años diciendo amen al amo son muchos. Trece años sin realizar una obra de oposición activa al liberticidio socialdemócrata del PP son demasiados, tantos que algunos podríamos llegar a pensar que quizás ahora sus palabras suenen más como una declaración de fe, que como un proyecto real de actuación futura. Porque como dice la carta del apóstol Santiago: "¿De qué sirve que alguien diga: Tengo fe, si no tiene obras?... ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: ¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe" (Santiago 2,14-18).

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