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Dos en la carrera / Kilómetro 8

A más presión, menos dudas

El Oviedo encuentra una respuesta a sus problemas, mientras que al Sporting le amenaza la crisis de un equipo sin definir

La maratón de segunda se corre esta temporada más aprisa que la pasada, con el Málaga haciendo de liebre de sí mismo. Muñiz, que ya conoce la experiencia, tratará de repetir lo que hizo en su día con el Levante, que al final de la primera vuelta ya casi estaba en Primera. Entre tanto, a los dos corredores asturianos les cuesta coger el ritmo y a la altura del kilómetro 8 corren cerca uno del otro, pero están más lejos de la cabeza que hace un año, en que el Oviedo tenía dos puntos menos que ahora y el Sporting, tres más. Altibajos al margen, el Oviedo parece un proyecto más definido, mientras que en el Sporting se agrandan las dudas sobre el acierto en sus refuerzos. Los azules encuentran, de momento, una solución a sus problemas, mientras que los rojiblancos se ven amenazados por la crisis que representa un equipo todavía sin definir.

EL OVIEDO, A TODA PRESIÓN

El Oviedo recibía al Albacete presionado por los resultados, sobre todo en el Carlos Tartiere, a los que no había sido ajena la actitud del equipo. Y la presión afectaba a todos. Más que a ninguno, al entrenador. Y Anquela supo canalizar esa presión hacia el equipo contrario. Como consecuencia, el Oviedo logró su primer triunfo en casa y el Albacete sufrió su primera derrota de la temporada.

La mano de Anquela. Pocas veces se verá de forma tan clara en un partido de fútbol la mano de un entrenador. Lo del dibujo táctico, con ser llamativo, fue tal vez lo de menos. Está claro que a Anquela le gusta la defensa de cinco, con dos carrileros con mucha proyección ofensiva. En la pasada temporada la utilizó hasta la jornada 33.ª. En la 34.ª pasó a jugar con cuatro defensas. Y en la 38.ª, ante la Cultural, volvió a la de cinco. Pero el infausto partido de León debió de dejarle tan mal recuerdo que esta temporada regresó a la de cuatro. Lo determinante en el partido del pasado domingo, sin embargo, no fue tanto el dibujo como la presión muy arriba sobre el equipo rival. Apenas se inició el partido se pudo ver que el primer defensa del Oviedo era Joselu y el segundo, Bárcenas, que achuchaban al albaceteño más retrasado que tuviera el balón. El Albacete no sabía cómo salir de su área, pues el Oviedo no le dejaba ni un metro ni un segundo de sosiego; ni siquiera al portero. Y si el equipo manchego se arriesgaba a intentar superar esa presión, rara vez lograba llegar al medio campo, pues el Oviedo le agobiaba allí donde quisiera llevar el balón. El público captó esa intención y su eficacia y a veces se sumó a ella, aplaudiendo acciones de recuperación o, simplemente de obstrucción, que captó como meritorias, por bien ejecutadas.

Además, rentable. La tensión fue, además, rentable, porque le dio pronto ventaja al Oviedo en el marcador. A los diez minutos ya había tirado tres veces a puerta con peligro, incluido un buen empalme de Tejera desde el borde del área. Y en ese minuto 10 logró por primera vez en la temporada sacar rédito de un saque de esquina, lanzado en diferido, con centro final de Bárcenas, roce de cabeza de Forlín y remache de Folch en posición más que dudosa, que el juez de línea daría por buena. Los córners fueron un indicativo de por donde discurría el partido. En el primer tiempo el Oviedo lanzó siete, por dos el Albacete. Y a los cuatro disparos a puerta y dos desviados del Oviedo, el Albacete solo pudo oponer un tiro lejano de Eugeni que se marchó al graderío. Zozulya y Rey Manaj habían caído en la red de los tres centrales oviedistas, en las que el novel Javi Hernández se integró con naturalidad y que, cómo no, fue comandada por Christian Fernández, uno de los jugadores predilectos de Anquela, en cuanto que representa el compromiso llevado al límite, sin que importen las tarjetas.

Y Alfonso, de portero. Era evidente que el Oviedo no podría sostener durante todo el partido el ritmo del primer tiempo. No fue una sorpresa que el Albacete tuviera su oportunidad. Y realmente fue así, literalmente, porque fue una sola. Ocurrió en el minuto 63, cuando Zozulya, a cuyo carácter guerrero no debía extrañar el partido, se adelantó a Forlín en un córner y colocó un remate por bajo al que, por su proximidad, era difícil dar respuesta. Pero un agilísimo Alfonso se la dio, y por dos veces, pues no solo se echó al suelo para repeler el remate con el pie de Zozulya, sino que cuando el ucraniano volvió a insistir, ahora de cabeza, se encontró con Alfonso ya de pie para hacerse cómodamente con el balón. Aunque fuera, sin duda, la más destacada, no fue la única contribución de Alfonso a sostener el resultado. Su dominio del área en los balones altos fue una garantía para su equipo en los últimos minutos, cuando el Albacete recurrió a bombear balones sobre el área oviedista.

Dudas y esperanzas. En el partido contra el Albacete el Oviedo de este inicio de temporada tenía dos adversarios. Uno, el equipo manchego, que llegaba con la condición de invicto. Otra, él mismo, tras una trayectoria que sembraba alternativamente dudas y esperanzas. Este último rival era el más peligroso. La forma en que lo superó fue esperanzadora. Con respecto a la pasada temporada el equipo, si nos atenemos a quienes jugaron el domingo, ha incorporado calidad, caso de Tejera, atrevimiento y recursos con Bárcenas y movilidad en la punta del ataque con Joselu. Pero, por ahora, la rentabilidad de esas mejoras parece condicionada a que el equipo mantenga la máxima intensidad. La paloma de la paz no tiene su hábitat ideal en el Carlos Tartiere. Debió entenderlo así Bárcenas cuando, eso sí, delicadamente, la sacó del terreno de juego en el minuto 63 del segundo tiempo. Él, como el resto de la plantilla, debe de tener bien claro que el guardián de las esperanzas del Oviedo sigue siendo ese hombre que durante los partidos se mueve por el área técnica como un león enjaulado.

SPORTING, NUEVA DECEPCIÓN

El Sporting sigue contando por decepciones sus salidas, sean ante sus supuestos competidores por los primeros puestos del pelotón como ante recién ascendidos. Y lo peor no es que no gane -ni una victoria a domicilio hasta ahora- ni que ni siquiera puntúe, sino la sensación de impotencia que transmite. Ante el Rayo Majadahonda hubo que esperar 74 minutos para que disparase por primera vez entre los tres palos.

¿A qué juega este equipo? Y es que el Sporting, sobre todo el viajero, es un equipo que no ataca (y el lunes, que tampoco defendió bien). A poco que se le observe se ve que la causa es que no juega. La transición entre la defensa y el ataque es, por ahora, una quimera. Si intenta el juego directo fracasa por la falta, a la vez, de buenos lanzadores y receptores. Y, si trata de combinar, no acierta.

El mercado extranjero. La afición gijonesa, ampliamente representada en el Wanda Metropolitano, empieza a perder la paciencia y apunta ya al entrenador. Lo haría también, si se sentara en el banquillo, al director deportivo, esa figura que ha ido ganando peso en los clubes, quizás, entre otras razones, porque apantalla a los directivos. El problema del Sporting de cara a esta temporada no parecía de presupuesto, sino de acertar en los fichajes, y Torrecilla explicó que, como el mercado nacional estaba por las nubes, la solución había sido acudir al mercado extranjero. Pero de momento no se ven los frutos. Djurdjevic, el gran fichaje del año, por su coste, permanece inédito como goleador y hasta como jugador, pues no se le recuerda ni un detalle. Lod, al margen de que el primer gol del Rayo partiera de un fallo suyo, no parece un prodigio de creatividad. André Sousa tiene detalles, pero hasta ahora no ha ofrecido continuidad. Cofie, que es un medio centro aseado, no parece capaz de echarse al equipo sobre los hombros. Y Peybernes, que falló en los dos goles del Rayo, sobre todo en el segundo, hizo añorar a Álex Pérez, tanto en contención como salida de balón. Tuvo que ser Mariño en el tiempo de descuento el que enseñara a más de uno de sus compañeros cómo se saca un balón jugado desde atrás. Como antes Canella había puesto velocidad y decisión, Babin, firmeza y el anárquico e individualista Álvaro Jiménez, intrepidez. Como Carmona, que terminó fundido, aportó decisión y Nacho Méndez, buenas maneras e intención. Con uno y con otro, el Sporting, como equipo, parece un proyecto por definir. Y mientras tanto, los demás aprietan.

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