Resulta ejercicio saludable la celebración de primarias para pugnar por la candidatura de un partido político a la Alcaldía de una ciudad como la de Gijón, de ciclos largos. Una villa que durante tres décadas estuvo gobernada por fuerzas de izquierdas, siempre con alcalde o alcaldesa socialista y que en los dos últimos mandatos tuvo sujetando el timón en el puente de mando a Foro, cuyos votos insuficientes sacaron provecho de los desencuentros rivales.
Así ocurrió en 2011, cuando los descosidos en el PP auparon a Moriyón por primera vez a la Alcaldía, y volvió a repetirse en 2015, favoreciéndose los casquistas del sorprendente desencuentro de socialistas y podemistas, incapaces de ponerse de acuerdo ante el estupor de los votantes progresistas.
El PSOE gijonés está de primarias -a la hora de redactar estas líneas se desconocía el resultado de las votaciones- y cabe la posibilidad de que también la militancia morada sea llamada a las urnas para elegir a su candidato, si David Alonso toma la decisión de someterse al escrutinio de las bases.
Algunas encuestas auguran que podría repetirse el escenario de hace cuatro años, con mayoría de apoyos para las siglas de izquierdas, aunque ni el PSOE ni Podemos parecen hoy los mismos, ni en el ámbito local ni mucho menos a nivel estatal, donde van últimamente de la mano. ¿Serán los candidatos resultantes capaces de llegar en Gijón al compromiso que se hurtaron en 2015? ¿O de nuevo van a prevalecer las inquinas personales, que haberlas haylas y tienen nombre y apellidos?
