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Camilo José Cela Conde

Carta

El peso de nuestra actual Historia de España y su reducción a la importancia de vender motos

La próxima vez que tenga usted que comprarse un coche tome nota de cuál supone el mejor procedimiento a seguir. En realidad es el de siempre pero, una vez que ha elegido el automóvil, ha firmado el contrato y ha pagado su importe, o se ha comprometido a hacer frente a los plazos, pídale al vendedor una carta en la que diga que, aunque lo que se lleva es un Seat Panda de segunda mano y quince años a sus espaldas, en realidad es usted dueño de un Tesla X de 2018 con tracción a las cuatro ruedas, tan eléctrico él que le dejarán entrar no ya en la almendra restringida del Madrid Central, sino en el propio despacho de la alcaldesa Carmena.

Con esa carta en la mano podrá usted presumir ante sus cuñados, colegas de la oficina y clientes del bar. Si alguno de ellos le pide que le enseñe el coche niéguese de plano, agárrele de las solapas y llámele provocador y fascista porque, ¿qué importancia puede tener un objeto material ante la prosa magnífica de una carta que incluso cabe que vaya certificada? ¿A santo de qué las dudas, las insinuaciones, el soniquete culpable? ¡Pura envidia ante la capacidad magnífica que ha demostrado usted no ya en el mostrador del concesionario sino ante los propios dioses del Olimpo! Cualquier coche, sea el que sea, terminará en el desguace mientras que las cartas permanecen para siempre. Es posible incluso llevarlas al notario para que las legitime cubriendo de sellos y rúbricas el papel hasta que parezca el mismísimo Tratado de Utrecht que, en realidad, es el origen de todas las cosas.

Aunque con la carta en la mano, o su escritura notarial, no puede cantar aún victoria. Necesita que el diario de mayor venta y, en tiempos, prestigio del reino publique la noticia en portada, no vaya a ser que al vendedor del automóvil, taimados como son los pertenecientes al gremio, se le ocurra mandar una segunda carta al día siguiente que ponga donde digo digo, digo Diego, es decir, que un Panda es un Panda al margen de lo que quiera concluir el género epistolar. En el caso de que suceda eso, el periódico de marras, entregado ya a la causa de usted y de su coche, correrá a contar que esa segunda misiva es un intento fallido e indignante de ocultar la verdad de sus hablidades como comprador de coches, ya sea nuevos o usados. No se sabe qué puede resultar de la hipótesis de una tercera y una cuarta carta que se refieran, digamos, a los planetas del Sistema Solar y a nuestra capacidad para aterrizar en ellos. Ni importa. Gracias a la carta original, la que usted, con su talento, ha conseguido como demostración del coche que se lleva, podemos dejar de lado las "fake news "y entrar en la era de las "fake sales", esas a las que llamábamos venderte la moto cuando no era preciso acudir al inglés para demostrar el alcance de nuestra gilipollez. Mal que bien, al asunto de la carta se reduce en suma el peso de nuestra actual Historia de España.

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