Cada vez que me subo a mi coche, Google adivina a dónde me dirijo: no deja de sorprenderme que sea capaz de evaluar mis patrones de movimiento para determinar si vendré a trabajar, comeré con mis padres o me iré al pueblo. Siempre acierta. Imagino que Vladimir Putin debe de saber hasta qué comí ayer: probablemente pueda incluso anticipar a qué restaurante iré hoy mismo. Por eso no deja de sorprender el retraso que acumulan las administraciones en la gestión de los datos. Los servicios sociales aplauden como un gran avance que puedan acceder desde una misma plataforma a todas las ayudas que recibe un asturiano, lo que evitará picarescas y permitirá una mejor atención a los verdaderos problemas. Enhorabuena. Pero ¿aún no habíamos llegado a eso?