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LNE FRANCISO GARCIA

Marcelino y la autopista del Mediterráneo

El Sporting, que aguantó 65 minutos la ventaja de El Molinón, se desangró por la banda derecha che, que no acertó a taponar

La autopista del Mediterráneo discurre, como la mayoría de ustedes conocen, de Algeciras a La Junquera y es de peaje. Ayer, Marcelino acertó al abrir un ramal de la AP-7 por la banda derecha de Mestalla por la que, durante toda la segunda parte, circularon como bólidos el danés Daniel Wass y Santi Mina, sobrepasando todos los límites de velocidad de un Valencia al trantrán del gasóleo, con el motor gripado durante muchos minutos. José Alberto no detectó a tiempo la vía de agua que no dejaba de manar sangre por el lateral que defendían Noblejas y Lod, por delante, y Cordero como tercer central. El míster no atinó a poner guardabarreras en esa carretera de alta capacidad y por ahí se desangró el Sporting. Sin guardias de seguridad aparentes, regalar semejante pasillo a un Valencia con magníficos pasadores y buenos rematadores obliga a pagar un peaje: el de la eliminación copera, el fin de un sueño que fue bonito mientras duró.

Saltar al césped con cinco defensas, o con tres centrales, no es garantía de resguardar mejor la trinchera, aunque sirvió para elevar la taquicardia de la grada valencianista durante los primeros 45 minutos. Los locales no eran capaces de encontrar senderos por los que filtrar pases a sus atacantes ni siquiera con el metrónomo en punto de Parejo.

El pulso acelerado de la parroquia che pudo, sin embargo, derivar en parada cardiaca si a la media hora de juego Lod hubiera mandado a la red, con todo a su favor, sin competencia, un cabezazo a servicio preciso de Molinero, que tuvo una noche más plácida que los compañeros del otro lado de la cancha, los de la autopista.

Cabe reconocer que una de las mayores urgencias que debe acometer el joven míster rojiblanco es obtener mayores réditos del rendimiento del internacional finlandés, que entre idas y venidas a su país y el gélido carácter que transmite -parece más frío que el licor del Polo- no acaba de explotar, pese a las virtudes que se le reconocen y que sólo ha exhibido en cuentagotas.

El milagro le duró al Sporting 65 minutos, los que aguantó la muralla numantina desplegada por los gijoneses a la vista del previsible asedio de los locales, que iniciaron el partido con una fuerte presión que los gijoneses lograron sacudirse hasta que Santi Mina entró en escena, para dinamitar el partido y certificar la clasificación del equipo de mayor categoría. En dos acciones fulgurantes pintó la cara a un inexperto Juan Rodríguez.

Buen recorrido, a fin de cuentas, del Sporting por los derroteros de esta Copa, por la que ha discurrido con notable dignidad y que ha servido para engrasar a jugadores poco habituales de los que habrá que echar mano en una temporada que, pese al paso de ecuador, se augura muy larga y con vaivenes.

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