Enero vino frío, y apenas surcado el ecuador del mes Asturias tirita por la pérdida repetida de personalidades ilustres de la vida de esta región. Como si los malos augurios que se ciernen sobre el negro carbón hubieran oscurecido también el cielo asturiano, que ni alumbra ni moja, se va perdiendo en este inicio de año gente relevante por el camino, de una tacada. A una región flaca a la que todos los males se le vuelven pulgas, las tragedias le llegan siempre en compañía.
Vamos camino de cerrar una "septimana horribilis", una "Semana negra" de obituarios en grandes caracteres, de esquelas con sangrado y luto en tinta. Se nos fue primero Juan Cueto y lo "glocal", menguado, se nos hizo un poco más pequeño. Sin el ideólogo de la modernidad no habrá más remedio que agarrarse a la innovación. Se paró el reloj del pensador, dejó de hacer tic-tac, y no queda otra que encomendarse a las TIC.
Después se marchó Isaac del Rivero. ¿Quién le va a poner color a los grises de Asturias? ¿Quién se ocupará de ordenar las viñetas del cómic de esta región, que se vuelve "tragicómic"? ¿Quién evitará que la realidad se atontile y vivamos enjaulados en un tebeo, en permanente Carpanta? Bien merecerá el artista fallecido un reconocimiento, tantas veces hurtado, en el próximo Festival Internacional de Cine...
Y ayer, casi al unísono, en idéntica madrugada, nos dijeron adiós dos gijoneses ilustres: Tini Areces y Paco Prendes, el político que cambió esta ciudad y el abogado que se ocupó de contarla. Yo creo que ambos pactaron su marcha temprana para que los periodistas anduviéramos sobrados de horas para componer como Dios manda sendas necrológicas.
