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Luis Sánchez-Merlo

Crónicas salesianas

Luis Sánchez-Merlo

La flagrancia delictiva

Relato de la voladura moral de una sociedad a partir de las declaraciones en el juicio del "procés"

Aquel día de octubre los secesionistas se salieron con la suya y se burlaron del Estado pues aparecieron las urnas y votaron, poniendo en jaque a policías y guardias civiles, ante la holganza de "mossos" acantonados en la acera de enfrente, como parte del paisaje.

Alguien había decidido colocarlos donde no podían colaborar ni llevar a cabo el mandato judicial, de modo que la "mossa" declaró en el juicio que cuando la gente se hubo marchado, hizo el binomio.

Se han venido sucediendo las narraciones de testigos sobre un día decisivo para los anhelos secesionistas, más que visibles en las intenciones del president huido y cuyo objetivo no era otro que el careo con el Estado ante la opinión internacional.

Evidencias que se van desgranando bajo juramento: "A medida que avanzaba la mañana la gente se iba entonando y se encontraba más enérgica; delante de la entrada del centro habían colocado en sillas a unas 30 personas de avanzada edad que taponaban la entrada. Uno de los que más costó sacar era un muchacho joven con síndrome de Down".

Conforme avanzaba el día, se enseñoreaba la ira explosiva y llegaban los escupitajos, las patadas, los empujones, los insultos y las agresiones ('un señor corpulento me lanzó un puñetazo con un manojo de llaves; intenté esquivarlo y me hizo un arañazo sobre el ojo derecho"). "Estaban encolerizados. Según pasábamos con las furgonetas lanzaban todo tipo de objetos, desde conos a vallas de obra".

Entre las injurias espetadas a las fuerzas de seguridad (fascistas, hijos de puta, perros, opresores, cobardes, basura, asesinos, terroristas?), a un inspector de la policía nacional, durante una intervención en el centro médico Cappont, le llamó la atención un esputo, según él, "muy original": perros de Rajoy. La destilación, a la vez, del vilipendio y la iniquidad.

Lo que, de paso, ha inspirado a un caricato local que se ha aprovechado de la bula que le ofrece la tele indepe para asimilar a policías y guardias civiles con perros, haciendo escarnio de los "piolines" (como les estampillaban -con desprecio- sus colegas catalanes).

En la Historia, la villanía siempre tuvo su cuota de protagonismo. Para mofarse de los testigos del juicio, "entrevistar" a un perro policía es el culmen de la vileza.

La furia de los ciudadanos que escupían desde los balcones ponía en evidencia el calado del odio en una sociedad culta y lastimada, como consecuencia de una voladura moral.

La "inteligencia de larga zancada" (Ferlosio) no puede cruzarse de brazos, insensible ante la infamia de quienes especulaban con la paz ("som gent de pau'), mientras hacían "resistencia activa" ("fuera las fuerzas de ocupación"), para impedir que los agentes llegaran a los colegios, escupiendo a quienes llevaban en la mano autos judiciales (que se negaban a recibir) y que, no en vano, representaban el pasaporte con el que hacer frente a la ilegalidad: incautando urnas, papeletas, escritos de constitución de mesas, instrucciones del censo telemático? en definitiva, material electoral.

Esta semana no han escaseado vibrantes anales en centros escolares, entre encapuchados, patadas de la turba, niños en brazos de personas adultas, ancianos que aseguraban no saber qué hacían allí, gestos despectivos, el infarto de un longevo en las inmediaciones del centro de formación de adultos (quien intentó auxiliarle fue amenazado: "asesino, lo habéis matado").

¡Viene la policía, cerrad la puerta! Las murallas humanas pertrechadas, con piedras ("no cabían en la mano"), paraguas, cadenas y cascos de moto (aparejo clave para la agresión), barricadas, palos y candados; a las fuerzas del orden no les quedó otra opción que derribar las puertas de las aulas en los colegios, ("no queríamos hacer daño en el patrimonio de un colegio") donde buscaron las llaves, "ante la flagrancia delictiva" de los hechos que se estaban cometiendo.

A los policías también les llamó la atención que en los centros de votación había mucha comida. Y sacos de dormir.

Los equipos -camuflados- de contra vigilancia de los cuerpos policiales, equipados con medios de transmisión, botas tácticas, defensas extensibles y armas cortas bajo las chaquetas, se dedicaron a morderse (detectarse), sin encontrar un mínimo espacio para la colaboración.

El relato de una inspectora de policía en las Salesas resultaba conmovedor: "Ante la pasividad del binomio, decidí acercarme a ellos, saludarlos y pedirles su carné profesional; se giraron, no me saludaron y no quisieron ceder, aunque finalmente acabaron dándomelo".

Es cierto que no había efectivos policiales bastantes, porque un nutrido contingente de las fuerzas de seguridad autonómicas estaba ocupado en asentar el orden público alrededor del Camp Nou (Barça-Las Palmas), lo que resultaba kafkiano porque el partido era a puerta cerrada.

Ante hechos axiomáticos, "hola república", y demandas rotundas, "que se ponga el guardia", la respuesta de esa sociedad atormentada sigue teniendo el silencio como costra, que se ha convertido en el gran hallazgo del miedo. La sucesión de hechos que cada día relatan los declarantes en el Supremo no da cuartel a la indignación, pues se amontonan sin remedio alguno, entre el aspaviento y la facundia.

Esa izquierda magnetizada con la conquista del poder lleva tiempo, sin sentencia, gargarizando redenciones, lo que muta a esta parte de la sociedad en olvidadiza e insensible a los excesos de quienes siguen desafiando al Estado.

Y entretanto, el árbitro, sigue manejando tiempos y espacios para "parar un segundito", desalojando el salón de plenos y reconociendo el papel de Paco ("pieza indispensable en la estructura de la vista oral"), uno de los auxiliares del tribunal, que sufrió una ligera indisposición.

También, para ir sentenciando -por impertinentes- algunas preguntas de la defensa que buscan, sin éxito, encontronazos con los que engrosar la apelación o para dar otra clase de enjuiciamiento criminal a uno de los letrados: "Pregunte por lo que el testigo vio, no por lo que usted cree que debió haber visto".

Asimismo, para amonestar al público: "Las sonrisas irónicas no están permitidas porque pueden ser entendidas como un gesto de aprobación o desaprobación y pueden acarrear la expulsión de la sala". Ya había advertido que estaba terminantemente prohibido el uso del móvil.

Ferlosio habría compendiado ira y flagrancia con cabriolas efusivas: "Aquí lo que hay es mucho mar de fondo". "Esa es de las que pican". "Así que mutis por el foro"?

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