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David contra Goliat

Sobre el libro de David Jiménez

David Jiménez, exdirector de "El Mundo", ha escrito un libro, "El Director", que ha causado un gran revuelo entre políticos, empresarios y periodistas, y en menor medida sobre la opinión pública española, a la que todo parece indicar que se le está queriendo escamotear su contenido, de gran importancia para entender los déficits y deformaciones de nuestra democracia.

No es que en sus páginas se digan cosas que no supiéramos ya o que, al menos, las intuyésemos, pero, sin duda, el análisis que realiza del año en que ejerció como director del citado diario nos cuenta con pelos y señales las presiones que recibió de los poderes políticos, empresariales y de los dirigentes de su propio periódico, y que terminaron con su destitución. Denuncias y confesiones que no son tan habituales por esos pagos, donde lo que domina en muchos casos, pero no siempre, es la ley del silencio, han provocado una reacción en cadena de los aludidos que puede sin duda terminar en los tribunales y, todo parece indicarlo, ciertas maniobras de descalificación de su autor y hasta de ocultamiento del contenido de su libro.

Jiménez llegó a la dirección de "El Mundo" desde el ejercicio brillante de una corresponsalía de su periódico para el Extremo Oriente y su proyecto para resolver la grave crisis que atravesaba su empresa periodística, como ocurría en el caso de casi todas las del ramo como consecuencia, por una parte, de la Gran Recesión, y, por otra, de la crisis de la prensa de papel por la competencia del despegue imparable de la digital.

Su frustrado proyecto consistió en tratar de defender la independencia de su periódico frente a los poderes políticos y empresariales (Jiménez insinúa más que cuenta cómo el propio Pedro J. Ramírez fue destituido como director de "El Mundo" por las presiones de Rajoy ante su actitud de insistir en la publicación del escándalo político causado por las revelaciones de Bárcenas). Y, por otra parte, aumentar la importancia de la versión digital del periódico, medida que fue bloqueada por parte de lo más granado de su redacción, aquellos que el autor nombra con el pseudónimo de Los Nobles, capitaneados por El Cardenal (se refiere al editor representante de la empresa cuyo pseudónimo hace alusión, claro está, al cardenal Mazarino, el maestro de la intriga de la Corte de Luis XIII).

Pero lo que más llama la atención de las denuncias de "El Director" son, sin duda, sus referencias a Los Acuerdos (así con mayúscula), esto es, un pacto tácito entre los poderes políticos y empresariales con los grandes periódicos nacionales para controlar las noticias negativas para sus intereses políticos y económicos. Todo ello a cambio del apoyo económico de los primeros a través de la inyección de dinero que supone la contratación de los anuncios en sus páginas y de la concesión por parte de los segundos de una variada serie de favores y beneficios a algunos de esos medios y periodistas.

Que hay mucho de ajuste de cuentas en las páginas de "El Director" parece indudable, sobre todo, en relación con algunos de los miembros de aquella redacción de "El Mundo", y más con el mencionado Cardenal. Pero también se desarrollan en ellas lúcidas y graves realidades que sacan a la luz algunos de los pecados capitales de nuestra demediada democracia. Democracia que necesita cada vez más para poder sobrevivir en estos tiempos tan turbulentos unos medios de comunicación independientes y críticos con el poder sea éste de la clase que sea.

Todo parece indicar que en este caso David no cortará la cabeza de Goliat, porque el gigante se está protegiendo con las impenetrables corazas que le proporciona su poder. Pero sin duda David ha dado un pequeño paso más en la demostración de la imperiosa necesidad que tenemos de hacerlo.

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