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Lo que queda

La fortaleza del Estado democrático según Felipe González frente a la actitud de Pedro Sánchez

Estamos en otra recta electoral y aún hace poco que Felipe González dijo, al elogiar la correción institucional de un funeral reciente, que era bueno ver que queda fortaleza del Estado democrático. Mal asunto. Se dice que algo queda en algún sitio porque una parte de ese algo ya se perdió. La fortaleza del Estado democrático no es la que era. A propósito de eso, llama la atención esa borrosa concepción del Estado como un ente oscuro y pelín amenazante que sobrevuela las luces cortas de buena parte de nuestra clase política; algunos nombres de la alineación de élite que figurará en la primera línea de las instituciones del Estado resultan deprimentes en su insolvencia. No habrá nada de raro en eso si Sánchez, que ha sabido mejor que ningún otro candidato leer la nota media de la sociedad actual y requebrarla en consonancia, persevera en su ligereza virtual y su incurable falta de sustancia. Sus elogios a la figura de Rubalcaba son superficiales; la realidad demuestra tercamente que la concepción que uno y otro tienen/tuvieron de la politica es diferente hasta lo abismal. No solo eso. Dejar atrás el sentido de Estado, el respeto a la palabra bien dicha y el decoro parlamentario sin concesiones a la chabacanería es trabajo crucial en la visión que Sánchez tiene del futuro. Detrás de esa realidad desoladora se oculta otra: los políticos son profesionales y actúan según su grado de inteligencia y preparación. Es bastante evidente que el sanchismo no ha priorizado el cultivo de una y otra, sino al contrario. Es algo así como si a los amantes de Mozart se les dijera que a partir de ahora se tendrán que fastidiar porque he llegado el momento en que los fans de Operación Triunfo tendrán la última palabra en asuntos culturales, que ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito. Sánchez vive de esa filosofía y con ella ha ganado las elecciones. Por eso sus elogios de Rubalcaba rozan lo estupefaciente.

Y por eso, porque queda en el PSOE- sí, del verbo quedar y su significado- inteligencia política y sentido de Estado ajeno a concesiones chocantes y a lenguajes retorcidos, se nota la tensión que no se esfumará. Hay algo de lucha feroz en el mundo entre quienes saben más y quienes saben menos; se trata de imponer el propio canon sobre el ajeno y hacer pasar a uno por indispensable y a otro por obsoleto. Sánchez, devoto de Barrábás, tendrá que hacer frente a eso y tirar hacia delante al frente de un pack de semicultos. En su partido le conocen, y saben cómo trata al discrepante. A la izquierda le va a pasar como a Mozart: algún listo con ambiciones nos la va a redefinir. Y en eso estamos.

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