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El otoño caliente catalán

El bipartidismo sopla con fuerza, anticipándose al aire de las castañas

La "serena firmeza" de Sánchez apesta a Rajoy. Lingüística y estratégicamente. Ya no oculta el presidente en funciones que el otoño caliente catalán será con 155 o no será (muy probablemente). Aunque eso no va a depender solo de cómo se conduzca el independentismo en su respuesta a la sentencia del Supremo, sino (es obvio) del interés partidista, espoleado por las segundas elecciones generales en seis meses.

En la Fiesta de la Rosa del PSC, el pasado domingo, Sánchez lanzó lo que parecen los preliminares de una nueva acción contundente en defensa de la Constitución y el Estatuto catalán (en la Declaración de Pedralbes, 21 de diciembre de 2018, simplemente "el marco de la seguridad jurídica").

Es cierto que el aviso del líder socialista llega tras el encarcelamiento de siete CDRs (por terrorismo, tenencia de explosivos y conspiración para cometer estragos), pero no lo es menos que esa medida cautelarísima le viene de perlas: la justicia actúa anticipadamente para atajar un brote extremista (violencia, con todo, de baja intensidad) y el mundo "indepe" (Torra y su Govern que no gobierna incluidos) responde como se esperaba: solidarizándose con los detenidos. Siete nombres más en el muro de los patriotas que hacen falta.

Con la prisión provisional acordada por el juez para los integrantes del Equipo de Respuesta Táctica (ERT), Sánchez puede (justificadamente) ponerse la venda antes de que nadie le inflija la herida y acusar a Torra de respaldar a los violentos, máxime si se probara que uno de los detenidos confesó que el President bendecía sus planes de ocupar el Parlament para exigir la declaración de la independencia.

En este contexto altamente inflamable (con la sentencia de Marchena en ciernes y el juicio a Torra por desobediencia ocho días después del 10N), no debe descartarse que el 155 acabe siendo el pegamento de la próxima investidura. No es un imposible táctico. Cs se ha quedado solo en su arremetida general contra el Gobierno en funciones y los sondeos le auguran un batacazo electoral sin paliativos. Y el PP, por ahora, se limita a pedirle a Sánchez que lleve al Tribunal Constitucional las resoluciones tomadas por el Parlament en su turbulenta sesión de la semana pasada: echar a la Guardia Civil de Cataluña, amnistía para los presos del "procés" si son condenados y la más importante: "Legitimación de la desobediencia civil e institucional".

Y en plan fuerte, que tome el control de los Mossos. Pero el 155, ni mentarlo, que es opción de último recurso y además no puede aplicarse de manera indefinida. (Los de Casado ya se han enterado, los de Rivera aún no.) El PP ya lo ve como la bala en la recámara, igual que el PSOE.

El líder del PPC, Alejandro Fernández, envió el domingo un "mensaje de confianza y apoyo" al Ejecutivo, ante la situación "tan complicada que está viviendo ahora mismo Cataluña". Pues, a lo que se ve, Sánchez ya no es un "felón" ni un "okupa" ni un "mentiroso compulsivo". El bipartidismo sopla con fuerza, anticipándose al aire de las castañas.

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