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Billete de vuelta

Francisco García

Demasiada exportación

Certifican los economistas que en momentos de zozobra exportar es lo que realmente importa. En épocas de crisis, la internacionalización se convierte en el camino principal para el mantenimiento de la solvencia de las empresas. Hay que producir a precios competitivos y vender fuera del país deprimido, para hacer caja y mantener la organización empresarial a la espera de que escampe. Ocurre que las crisis económicas consumen gran parte de las energías de un país y se cobran, por la escasez de empleo, el futuro de los más jóvenes, que se ven obligados a tomar, muchas veces a regañadientes y en condiciones escasamente generosas, el camino incierto de la emigración. Si lo que exporta un país no son productos manufacturados y mercancías sino talento, se resentirá a medio plazo la balanza de la inteligencia. Y el producto interior bruto tenderá a embrutecerse. Los chavales emigran como los productos perecederos porque no hay trabajo a la medida de su formación en su hábitat natural ni suficientes contratadores de clarividencia. Aún no marchan en oleadas en contenedores de El Musel, pero con lo que se avecina sobre el futuro de esta región mineral y electrointensiva, todo se andará.

El del trabajo es un mercado de reacción lenta, al contrario de lo que ocurre con el mercado de capitales, cuyos movimientos son rotundos e instantáneos. Quiere esto decir que pasará mucho tiempo desde la consolidación de la mejora económica hasta que los índices de desempleo se reduzcan hasta niveles cercanos a la época anterior a la crisis, que parece que lleva con nosotros un siglo y apenas cumple década y media. Preocupa el empleo de los jóvenes y preocupa su incesante marcha por lo que supone para el envejecimiento de esta región y el deterioro de su sistema circulatorio, cada vez con menos sangre renovada, con menos capacidad de sístole y diástole.

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