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Motivaciones

Fútbol y política

Se comió el Betis las ilusiones del Real Madrid en un domingo plagado de noticias y salió Zidane a dar una explicación. Se acusó el técnico de no haber motivado a los jugadores. Acabáramos. Ya entendemos lo que le pasa a esa gente que tiene careto serio en los semáforos o en las colas de los supermercados. Les falta motivación y, a diferencia de los jugadores del Real Madrid, no tienen siquiera quien los motive aunque sea mal. Pedazo de desamparo. Dijo la ministra Calvo hace unos pocos meses, cuando el insomnio era aún una enfermedad política, que el gobierno de coalición entonces debatido y no aceptado daría pie a dos gobiernos en uno. El carácter profético de aquella frase, una de las más ajustadas a la verdad entre las proferidas por Calvo últimamente y que debería ser reconsiderado ahora con la que está cayendo, se queda en nada. Hay otros problemas. ¿Gobierno descoordinado y lleno de malas químicas? Chorradas, hay que ir a lo que importa. Zidane no sabe motivar. Dramón. Los salarios de los jugadores no bastan, el sentimiento de los colores y el deseo de alegrar a la afición tampoco. Hace falta ser psicólogo y convencerlos a pie de campo de que, en los partidos de fútbol, es mejor ganar que no ganar. Eso es mucho curro. Comprende uno las fatigas de Zidane, que sabe ocultar su ADN galo en los descaros del balompié español, tan a tono con esas tertulias balompédicas en las que todo el mundo grita a la vez y, al gritar todos, no se entiende a a nadie. España y Francia no se parecen en nada. Por eso es poca sorpresa que Valls reconsidere, quizá por desmotivación también, reintegrarse a la política al otro lado de los Pirineos y dejar atrás los vaivenes de Cataluña. Quizá Valls se equivocó, no supo prever las ferocidades del debate español y ahora echa de menos un poco de cartesianismo. Pero no nos alejemos del fútbol que da sentido a la vida. Un famoso político peneuvista quiere que la próxima final de Copa sea escenario de una reclamación en virtud de la cual pueda su comunidad autónoma competir por el mundo con selección propia. Sensatísimo. No hay nada extraño en tener una selección nacional, pero queda un poco jeta no montar una Liga propia y así demostrar la autosuficiencia necesaria. En el peneuvismo saben muy bien quién manda en Moncloa y qué carácter tiene; el menosprecio cultural con que Gasteiz suele mirar las políticas estatales no tendría el recorrido que tiene si España estuviera presidida por un hombre al que no le motivara la vanidad de manera estratosférica. Dos gobiernos en uno, qué visión aquella. Mucho Betis, eso sí.

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