La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Un virus muy democrático

Podría decirse que este COVID-19 es un virus muy democrático, que no distingue entre clases sociales y que gusta cebarse en países donde las libertades están más consolidadas, donde las relaciones son más abiertas y las personas, menos cuidadas de protegerse. Si China, el origen de la epidemia y el país con mayor número de víctimas mortales, ha conseguido frenar el avance del coronavirus en las últimas horas se debe en gran medida a las imposiciones de un gobierno totalitario cuyo súbditos están acostumbrados a seguir las "sugerencias" de las autoridades a pies juntillas. Que hay que encerrarse a cal y canto, se encierran. Que hay que dejar de ir a trabajar hasta que escampe, a hacer tai chi en el pasillo de casa. Mientras no exista una vacuna que frene la pandemia, la democratización del virus se extenderá como uno de los preceptos de la revolución francesa: la fraternidad de los contagiados por encima de las fronteras.

Teológicamente parece un virus contradictorio: cree en Dios, porque ha entrado en las iglesias, pero manifiesta ramalazos de agnosticismo, puesto que parece dispuesto a quebrar la liturgia: la paz sin manos, la persignación sin agua bendita: y en lugar de besar a las imágenes, practicar una reverencia.

Por último, la relación con el patógeno, además de los síntomas reseñados por las autoridades sanitarias, provoca antontolinamiento en la clase política dirigente. Sólo así cabe explicar la comparecencia ayer, en la televisión pública, del presidente de Principado para anunciar el cierre de cuatro colegios, elevando unos grados la temperatura de la alarma innecesaria. ¿A quién se le ocurre quebrar la siesta y poner en cuarentena la película de vaqueros de la TPA?

Compartir el artículo

stats