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Implosión en el Gobierno

El pacto de PSOE y Podemos con Bildu sobre la reforma laboral

Cuando la crisis sanitaria está encauzada hacia una superación lenta, pero persistente, aparece el pacto del PSOE, Podemos y Bildu para cambiar por completo la reforma laboral de 2012. El escándalo, la acción llevada a cabo medio a escondidas, la sorpresa de los sindicatos, la patronal, pasando por los catalanistas, los vascos en puertas de elecciones autonómicas, hasta la propia ministra Nadia Calviño (que preside la Mesa de Diálogo Social) que se quedó pasmada, está abocando al Gobierno a la convocatoria de elecciones generales para el otoño como mal menor, ya que en este momento no sería aconsejable estando como estamos: sin credibilidad en Europa, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ojo avizor ante un posible proceso de reorganización laboral en el país, sin olvidar que Bruselas es un bastión básico en el proceso de recuperación económica de España, si al final se lleva a cabo lo que han firmado Adriana Lastra por el PSOE, se supone con autorización del presidente, Echenique por Podemos y Mertxe Aizpurua por EH Bildu, con una economía en mínimos, con 600.000 nuevos parados, que alcanzan ya unos cuatro millones, y con un ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo) en plena expansión.

Esta es otra artimaña de Podemos para reventar el Gobierno desde dentro. Le importa poco a la formación morada el bienestar de la gente. No es fácil saber cuando Iglesias está portándose como miembro del Gobierno o como oposición al mismo. Su vocación es la de opositor, pero su ambición es la de gobernante. Un deseo y una aspiración que se contraponen, sobre todo cuando por momentos la vocación es más fuerte que la ambición, y hace saltar por los aires las decisiones de sus propios compañeros de Gobierno. En cambio, en otras ocasiones se muestra conciliador, usando la ambición como bandera momentánea, ahora precisamente que están las caceroladas en plena ebullición contra Sánchez, que es algo así como el cuerpo a cuerpo de la población, persona contra persona, insulto contra insulto, gesto contra gesto. Un virus social que también puede ser muy dañino para la convivencia, y un espectáculo degradante para un país que debiera mostrar otra cara al mundo.

El miedo es el peor enemigo de un político. Y Pedro Sánchez está atemorizado. Que los ministros de su Gobierno le torpedeen su propio navío, en este caso en plena línea de flotación, es la muestra de que el presidente es capaz de firmar lo que sea con tal de sacar a flote la cabeza un rato más. Con el detalle curioso, de que la propia Lastra votó contra su partido por error en la solicitud de la última prórroga de alarma.

Una de las consecuencias más graves de este documento firmado a traición del que se jacta Arnaldo Otegi como una gran victoria para sus independentistas, es el sacrificio político a que está sometida la vicepresidente tercera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, que ha tenido que salir a imponer cierta cordura en las filas del Gobierno, calificando el contenido de ese documento como "absurdo y contraproducente", siendo ella como es, no un valor al alza, sino que ya está arriba, con una solvencia y respetabilidad muy grandes en Bruselas, y está dando la cara ante las instituciones europeas de modo ejemplar y con una generosidad propia de la categoría que atesora y el dominio que tiene de los entresijos de la UE, y quiero pensar que solo su sentido cívico le impide dimitir de un Gobierno que se está convirtiendo en una grillera. Y en el que la convivencia entre PSOE y Podemos está resultando traumática, no solo para los propios miembros, sino también para la gobernabilidad del Estado.

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