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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El celo de los guardianes

No conviene demonizar a los turistas de la pandemia ni cerrar la región a cal y canto

Hay eslóganes que hacen carrera. "Asturias, Paraíso Natural" fotografiaba en tres palabras el alma de esta tierra, por muchos brochazos de hollín con que pretendieran emborronar la idílica imagen los habituales agoreros. A esa idea primigenia se añadió años después una sagaz adenda: "Guardianes del paraíso". Y nos hemos tomado tan a pecho esa labor institucional de vigilancia ciudadana que en plena pandemia del coronavirus algunos se han convertido en agentes anónimos de la "Stasi" de la seguridad regional, en delatores de la presencia de habitantes de otras regiones que se saltaron el confinamiento.

Hasta el presidente del Principado ha apelado en alguna ocasión a esa labor de acechanza, seguramente ungido por un lógico sentimiento de prudencia. Pero no convendría, por un exceso de celo proteccionista, trasladar al exterior la imagen de la aldea gala con las fronteras selladas para evitar al invasor; que por lo general viene a dejar "perres", no a someternos a un saqueo o a llenarnos de virus la hacienda.

No puede parecer que los asturianos nos hemos vuelto habitantes de un edén sin mancillar al que llegan oleadas de rudos veraneantes ávidos de cachopo y sidra. Los habitantes de este singular paraíso no estamos obligados a ser los indígenas de las playas de Tahití que describió el conde de Bougainville, felices en la desnudez de su inocencia; pero tampoco los indios kuna del golfo de Darién que atacaron a El Olonés, sanguinario bucanero, al que despedazaron, descuartizaron, lo asaron y se lo comieron.

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