La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Víctor Rivera

Vacuna contra un sueño

El derbi con menos sustancia necesitaba un taconazo encima de la mesa. Y fue a darlo Unai Medina. Una licencia, casi un ex abrupto, incomprensible en un lateral que hace del oficio su mejor virtud. Una frivolité que vino a dejar en evidencia al propio Unai, a la falta de contundencia de los dos pivotes del Sporting para cuerpear con Borja Sánchez y a las rígidas costuras de la defensa rojiblanca. Mientras, Mariño salía de la red reclamando una falta que sus compañeros no supieron hacer.

No importa el cómo, sólo se recuerda el cuánto. Cuánto ha desilusionado (una vez más) el Sporting a una afición maltratada psicológicamente. Bastó un taconazo a destiempo para insuflar la vacuna contra el sueño del ascenso. A esas alturas ya se veía que el partido se lo llevaría el que menos fallase. Y falló el Sporting, especialista en dejar pasar trenes.

El derbi del whatsapp (la aplicación fue lo único que quedó a los aficionados para compartir angustias) nos dejó fríos, a tono con el ambiente helado de la grada. El Sporting encaró el derbi con 24.000 bajas y una extraña sensación de vacío. En un desangelado Molinón, con el pulso débil del condenado, al partido de rivalidad le faltó sentimiento, calor, decibelios? El tradicional tifo del fondo sur se trasladó a la grada este, que se vio aún más vacía. En un intento por calentar a sus futbolistas, el Sporting diseñó una pancarta con los principales símbolos de la ciudad, desde la Universidad Laboral a las casetas de la playa, pero se olvidó del más importante, del más querido. No estaba Quini.

Sin el empuje de la grada, el Sporting se dejó ir. Lo justo para plantar cara al Oviedo, pero sin frescura ni desparpajo, con el temor perpetuo a cualquier resbalón. Ni siquiera Murilo le puso samba. Ni el internacional sub-21 Manu García tuvo un momento de cordura para organizarlo todo. Cuando ya faltaba corazón, la ausencia de Pedro Díaz dejó al equipo sin cerebro. El Sporting no encontró el camino hacia la angustia oviedista y su rival fue ganando terreno. Bien es cierto que ambos mantuvieron una prudente distancia social, hasta que Unai Medina se arrancó en su aventura desesperada. La pizca de crueldad la puso el VAR, que sigue reñido con el Sporting y le negó hasta el premio de consolación. Porque el Sporting, amigos, no celebra empates.

Compartir el artículo

stats