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LNE FRANCISO GARCIA

BILLETE DE VUELTA

Francisco García

El cascayu y la rayuela

Toda actuación urbanística que se acometa en el paseo marítimo de Gijón, avenida señera y cosmopolita, acaba como el rosario de la aurora y hace que se levante un Muro de lamentaciones, cuando no de reproches políticos y ciudadanos.

Llama la atención el collage de colores azules y verdes que el Ayuntamiento ha ordenado pintar sobre la calzada cerrada al tráfico, para disfrute de los peatones, que algunos, con el habitual gracejo gijonés, por ventura tan coñón, ya comparan con el juego del cascayu. Y no les falta razón, por cuanto se trata de una diversión infantil que se disputa a la pata coja, como parece moverse últimamente el concejal de movilidad, y que utiliza como herramienta de movilidad una piedra, proyectil ideal para lanzar desde la bancada de la oposición al susodicho edil.

Dicen que al cascayu ya se jugaba en la antigüedad y que está basado en un pasaje de "La divina comedia", o sea, que se trata de un juego dantesco, como la enganchada de Olmo Ron con Pelayo Barcia, que es como enfrentar a un púgil minimosca con un luchador de sumo. Dante lo describía como el recorrido del alma del Purgatorio al Paraíso atravesando nueve casillas, cuidándose de no caer al pozo del Infierno. Tal parece la polémica local más reciente: un juego sobre la cuerda floja, sobre la línea blanca de tiza (o verde del carril bici), a un paso del averno o de la gloria.

A la Alcaldesa, que es de letras y veterana lectora, más que la "Divina Comedia" le atraerá "Rayuela" de Cortázar, que rayuela es como llaman en Castilla al cascayu. Lo del Muro, como la novela cortazariana, es un canto al caos: permite distintas lecturas y diversas interpretaciones. Es de esperar que doña Ana no acabe como la protagonista, La Maga, del lado de acá al lado de allá.

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