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Noche

Historias personales y universales en la Semana de los premios "Princesa de Asturias"

Michael Carson murió -posiblemente de sobredosis, voluntaria o no- en Copenhague en el año 2000. Su historia nos es completamente ajena e intrascendente. Qué nos importan las andanzas de un toxicómano de origen canadiense que había ido a parar a Dinamarca después de años de yonki desesperado, ruptura con su familia, cárcel y dos matrimonios malogrados antes de su celebración. Nada.

Si no fuera porque su hermana Anne, la pequeñaja que dio a sus padres las satisfacciones que él les hurtó, alumna inolvidable de la profesora de latín del instituto, poeta afamada, catedrática de literatura clásica, premio "Princesa de Asturias" de las Letras 2020. Si no fuera porque ella volcó el dolor de esa muerte en un libro.

No es lo mismo un hermano ausente que uno muerto. La ausencia deja un resquicio que la desaparición definitiva sella para siempre. Y a Anne sólo le quedó dialogar con las pertenencias de Michael, que, reunidas en una caja, le fueron entregadas tras el deceso. Fue la única forma de asomarse a su noche oscura. Ni estuvo allí para acompañarle ni antes pudieron verse y charlar como hermanos. O como fuera.

Anne rememoró al poeta latino Catulo. Dos mil años no son nada para el sufrimiento del hermano perdido. Y Catulo había escrito también por el suyo después de llorar ante su tumba en Troya. "Un hermano nunca termina", dice Anne. Y así, la memoria de dos pares de seres ajenos entre sí confluyeron en un libro en forma de caja: "Nox", noche en latín. El cierre de un círculo imposible.

Lo que Anne Carson hace con la combinación de imágenes y palabras de "Nox" es prestarnos recursos para expresar el dolor universal de la pérdida, además de lamer sus propias heridas. Una historia con nombres y apellidos que, sin embargo, se replica una y otra vez.

Carson -aunque no presencialmente- recibirá esta semana el premio "Princesa de Asturias", igual que una representación de profesionales sanitarios que sí estarán para recoger el de la Concordia. Quizás sean ellas y ellos los mejores testigos de las noches oscuras de quienes se van en la soledad de los suyos, como Michael en Copenhague, como el menor de los Catulo en Troya.

He creído ver esa sombra de tristeza en alguna de las expresiones del grupo de retratos que compone la magnífica exposición-homenaje de Muel de Dios en el Paseo de Begoña.

Muchas personas han sufrido esa condena estos meses. Otras muchas han articulado después dolor y memoria alrededor de cajas de recuerdos. Carson y Catulo son para ellos dos manos tendidas.

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