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Raúl Suevos

La frontera

El peligroso alejamiento de la ciudadanía con el sistema político, que nos ha traído hasta aquí

Hablaban de fronteras el otro día en las telenoticias, en Asturias. Confieso mi desasosiego pese a que nuestra tierra se caracteriza precisamente por tenerlas muy definidas en el aspecto geográfico. De las que se hablaba eran clásicas y por eso sendas periodistas explicaban en Bustio y Figueras cómo, probablemente, se instalarían controles para pasar a Santander y Galicia. Inquietante.

El coronavirus nos devuelve a una situación desaparecida siglos atrás, cuando España tenía fronteras y aduanas interiores. Sería con la llegada de los Borbones cuando se intentó avanzar hacia la modernidad de la mano de la Ilustración. Felipe V se trajo a Giulio Alberoni desde Italia para que tomase la referencia de lo que ya se hacía en Francia.

En 1717 cayeron las aduanas interiores que obstaculizaban el comercio, resistiendo aún un tiempo las de Navarra y Vascongadas; aunque lo portazgos se mantuvieron largo tiempo en muchos lugares en los que se cobraba por atravesar un puente o cruzar una determinada demarcación protegida por derechos señoriales. Después se construirían carreteras con derechos de portazgo, algo que ha llegado hasta nosotros con los modernos peajes de autopistas. Pero las fronteras interiores ya no volvieron; hasta ahora.

El coronavirus nos está cambiando la vida, nos enfrenta a la precariedad de nuestras existencias, y también pone en evidencia las insuficiencias de nuestro sistema político; en este caso el estado autonómico que no parece capaz de responder a la situación, especialmente cuando la polarización política a nivel nacional alcanza cotas nunca contempladas. Fronteras para un virus que viaja por el aire.

El coronavirus también puede crear, de forma aún más sibilina, otras fronteras de mayor alcance que las físicas; fronteras sociales sutiles pero de consecuencias ciertamente nocivas. Como las que comienzan, ya están aquí, entre los ciudadanos y los administradores, las élites de todo tipo.

El lunes se otorgaron los premios anuales de un gran periódico madrileño. Allí estaban altos representantes de los gobiernos nacional, autonómico y local; también había representantes del empresariado nacional; todos ellos en un lugar cerrado, algunos con máscara, los más sin ella, posiblemente con una PCR reciente, pero dando una imagen terrible de estar por encima de las normas que para todos se promulgan y que a ellos no parecen afectar.

La situación del país dejará una cuenta terrible de personas desaparecidas antes de la fecha que en condiciones naturales les hubiese correspondido pero, más allá de esas heridas, creo que se está produciendo un alejamiento profundo de la ciudadanía con el sistema político que nos ha traído hasta aquí y que es el caldo nutriente en el que se han desarrollado los políticos, las élites que hoy nos dirigen. Peligroso.

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