Dos años después del asesinato del periodista Jamal Khashoggi por agentes del gobierno (hecho reconocido), seguido de una parodia de juicio a los ejecutores, Arabia Saudí acoge a la alta sociedad política del mundo en la reunión del G-20 como si nada hubiera pasado. Es verdad que la reunión es en modo virtual, pero esto es debido a la pandemia, no a la repugnancia de los asistentes, muchos de los cuales pensaran, con fastidio, que el pasado es pasado y hay que mirar al futuro. Sin embargo, es justo pensando en el futuro por lo que hay que evitar que el “caso Khashoggi” se pierda en el pasado. La libre opinión es el escudo más eficaz frente a la tiranía y el asesinato para silenciar la disidencia la cara más siniestra del despotismo. Conforme se hace el silencio en torno a ese silenciamiento criminal, todos los que callan van pasando a ser víctimas. Y, en cierto modo, a la vez culpables.
