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Tino Pertierra

Solo será un minuto

Tino Pertierra

La familia irreal española

Lucía: “Pertenezco a eso que llaman la familia irreal española. Mis padres son dos extraños que viven bajo el mismo techo. Mantienen una relación desértica. Sospecho que ella tiene un amante fijo y que él es más voluble. Mi hermana vive en casa porque le conviene, y hace tiempo que dejamos de intentar comunicarnos. Somos producto de una sociedad exfoliada que elimina las células muertas sin molestarse en enterrarlas debidamente. No es algo que me atormente, la verdad sea dicha. Mejor no hacerse preguntas incómodas y asumir que la vida es un cliché masticado al que ya no le queda sabor. Sí, mi familia es una mentira, pero no hay que avergonzarse demasiado. No es mi culpa. Cuando suspendía Matemáticas en el colegio siempre decía que la culpa era del maestro, que me enseñó a odiarlas. Daba igual que yo pusiera empeño y tesón, las odiaba de la misma forma que detesto el concepto de familia porque vivo en una momificada. ¿Significa eso que no quiero a mis padres ni a mi hermana? Les tengo aprecio, pero podría vivir sin ellos sin echarlos de menos. La sociedad nos obliga a secuestrar sentimientos y obligaciones, como si fueran colores. Hay gente que odia el azul porque lo usa el equipo que odia, o el rojo por lo mismo. Gente que recela del rosa y del amarillo, que le pone a una bandera significados intrusos, que se identifica con paletas de negros y blancos con los que pintarrejear un mundo estrecho, cerrado, cercado. Celebramos encuentros familiares en los que disimular el aburrimiento y, como dicen los expertos en política, marcamos tiempos que tienen mucho de táctica cobarde y acomodada. Somos como esas personas que sufren el síndrome del súper, entran a comprar dos cosas y salen con un carro lleno de otras que se necesitan. Igual sucede con nuestras relaciones, acumulamos lazos superficiales mientras zascandileamos de indiferencia en indiferencia hasta el hastío final. Quizá sea demasiado drástica, demasiado ácida, demasiado exigente, pero en mi descargo debo decir que la primera persona con la que no sé comunicarme soy yo misma”.

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