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Carlos Fernández

Sin sidra

El cargamento sidrero atascado en El Musel

La noticia de LA NUEVA ESPAÑA es estremecedora: un cargamento de sidra espera ser embarcado en El Musel y no llegará a su destino para la Navidad. Aunque todo tiene explicación, hasta el asesinato, hay cosas de difícil digestión. Como en el puerto de Bilbao están en huelga, las empresas intentan facturar los productos por El Musel, que aunque superpuerto, según nos dicen, generalmente está más aburrido que una ostra. El caso es que a alguien se le pasó un pequeño detalle en la millonaria obra: solo tiene una báscula de entrada. Y ahora se amontonan los camiones. Y la sidra no sale. Pues miren ustedes, es un asunto que tiene su miga: cualquiera que conozca la Asturias de la diáspora –ese otro millón de hijos y nietos de esta tierra desperdigados por el mundo, ese gran potencial tan desatendido– sabe lo que es pasión profunda, ilimitada, por las raíces, que por otra parte encaja perfectamente por el amor por la tierra de acogida. Y entiende que una botella de sidra allí es un icono, una comunión. El alma embotellada de “su” madre tierra. Miren, puedo entenderlo todo: que la variante de Pajares –menos de cincuenta km.– se acerque ya, para vergüenza infinita de todos los responsables –cada uno en su momento– al tiempo de construcción del Transiberiano –nueve mil km.–, que la Administración se haya vuelto impenetrable, estanca al ciudadano, que a pesar de tener la mejor Seguridad Social del mundo, dicen, uno llegue al centro de salud con un ojo en la mano y le den cita para el oculista un año después, que se sigan metiendo dinerales en carriles adicionales para las autopistas mientras los trenes de cercanías, que poseen todas las condiciones para ser nuestro Metro, no tienen calderilla ni para bujías, que los comercios familiares se vayan muriendo devorados por las grandes superficies propiedad de capitales internacionales, que haya un paro terrible porque las empresas de aquí no puedan competir con los productos fabricados sabe Dios donde por mano de obra esclava y ningún respeto al medioambiente sin que a ninguno de nuestros gobernantes se le ocurra una idea tan simple como exigir a esos explotadores cumplir las mismas leyes del juego que se piden a nuestros fabricantes si quieren vender aquí… Yo todo eso puedo llegar a encajarlo. Pero que el asturiano del exterior se quede sin sidra, sobre todo en Navidad, por falta de una báscula, eso no se puede dar de paso de ninguna forma. Conozco al Presidente Bond, Bar Bond, trabajé como funcionario un tiempo a sus órdenes. Es inteligente, trabajador y un paisano, que esto es importante; también los conozco así en otros partidos, por supuesto, pero es a él a quien le toca meter el obleru al ministro amigo de la venezolana, forzarlo a que ordene a las autoridades portuarias que dejen de estar apigazando debajo de la figal. Como comentaría una conocida, que desde que su marido gana más dinero que un torero dejó de hablar como en casa y se pasó al castellano académico sin tener ni idea la pobre de lo que dice, para general jolgorio: “¡Señores de Musel, un poco de concupiscencia, por favor!”.

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