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Los “mayores” del PSOE

Los “mayores” del PSOE

El apoyo de Bildu a los Presupuestos Generales del Estado

He recibido, como tantos otros militantes, la carta de Pedro Sánchez; una carta pública y extensa en la que nos explica el difícil momento que vivimos y la necesidad de no excluir a nadie, ni siquiera a Bildu, a la hora de buscar el mayor consenso posible en torno a unos Presupuestos que deben estar a la altura del momento histórico que padecemos. En ella, no solo nos advierte de la torticera manipulación que hace la derecha para desprestigiar las iniciativas del gobierno, sino que aprovecha para enviar un mensaje en clave interna a quienes, dentro del PSOE, han puesto el grito en el cielo por entender que se le está dando un inmerecido protagonismo político a Bildu; y no porque entiendan que la formación vasca no sea un partido tan constitucional y democrático como lo pueda ser Vox, sino porque consideran una indecencia política cualquier trato, directo o indirecto, con quienes en su día celebraban los tiros en la nuca. La carta de Pedro Sánchez no hace más que apuntillar (más finamente, eso sí) la contundente afirmación que Adriana Lastra hizo en días pasados: “siempre escucho atentamente a nuestros mayores, pero ahora nos toca a nosotros. Somos una nueva generación a la que le toca dirigir el país y la dirección del PSOE”.

Sus palabras son tan ciertas como gratuitas, pues no veo necesidad alguna en remarcar su liderazgo menospreciando de ese modo a quienes, sin ponerlo en tela de juicio, se han limitado a expresarse libre y críticamente. Y como no quiero abandonarme a la tentación de pensar que mi vicesecrataria general es una persona que se mueve por básicos instintos o arrebatos de vanidad, juzgo imprescindible analizar su dilatada trayectoria política con el único propósito de encontrar una explicación lógica a sus declaraciones, pues si algo ha demostrado Lastra ha sido su capacidad de adaptación a las distintas circunstancias y posicionamientos políticos en el seno del PSOE. Basta para ello citar dos ejemplos. El primero, cuando siendo miembro de la ejecutiva de la FSA no movió un dedo ante la suspensión de 15 militantes de la Agrupación Socialista de Oviedo (muchos de ellos “mayores”, o históricos, como prefieran) por atreverse a pedir primarias en el partido. Afortunadamente lo que por aquel entonces era motivo de un expediente disciplinario, hoy se erige como un principio garante de la democracia interna de nuestra formación política, si bien a algunos les ha costado más tiempo apreciarlo de ese modo. El segundo ejemplo lo constituye su arriesgada apuesta por ese nuevo PSOE; una apuesta en la que no dudó en renunciar primero, y sepultar después, a esa parte del socialismo asturiano encarnado en la figura de Javier Fernández, bajo cuyo amparo logró afianzarse como una figura política relevante en las estructuras de la organización. Una apuesta valiente cuyo éxito personal resulta incontestable. Bueno, y añado un tercer ejemplo. Nada más ganar las primarias a la secretaría general, exigió a los barones socialistas que no apoyaron a Sánchez que pidieran perdón a la militancia.

Con estos antecedentes no es de extrañar que Adriana Lastra responda de forma tan contundente a quienes ponen el grito en el cielo por lo que está aconteciendo. Porque ellos, “los mayores”, están anclados en un socialismo antiguo, desfasado e incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos. Un socialismo cerrado a dar cabida en su acción política a quienes cuestionen las instituciones y la unidad de España; un socialismo que no deja resquicio alguno a que ningún partido que haya celebrado las muertes inocentes de muchos españoles (y aquí el silencio es una forma de celebración), tenga la más mínima participación en la acción política española, así sea de forma indirecta a través de un socio de gobierno.

Cuando esto escribo sé que muchos defensores del nuevo socialismo dirán que mi opinión no difiere del recalcitrante discurso de la derecha, pero tal conclusión se me antoja superficial y exculpatoria pues omite, a mi juicio, una necesaria reflexión sobre los espacios políticos que el PSOE ha dejado de lado por defender una idea equivocada de progresismo; una idea de progresismo tan amplia y genérica que ha permitido dar cabida en ella a todo aquel cuya única credencial consista en no ser de derechas. Por tanto, resulta triste y lamentable que muchos socialistas que seguimos siendo fieles a los posicionamientos históricos del partido en cuestiones como la unidad de España, el respeto a las instituciones democráticas o a los principios que inspiraron la Transición española, parezcamos abducidos por las ideas de una derecha que, hábilmente, ha ocupado de forma inmediata un terreno que el nuevo PSOE no ha sabido reivindicar acertadamente ante los ciudadanos; bien por su ambigüedad, bien por dar cabida en su acción de gobierno a partidos que claramente se han posicionado en contra de lo que el socialismo ha defendido históricamente. Por tanto, conviene no perder de vista que a los que hoy les toca dirigir el partido y el país, también les va a tocar asumir su responsabilidad ante la militancia y ante la ciudadanía por haber dejado un vacío político que han llenado aquellos radicales cuya idea de España sí merece ser calificada como anticuada y retrógrada. Y es que el nuevo PSOE no tenía la necesidad de apartarse de esos viejos principios de los “mayores”, pactando con aquellos que pretenden acabar con nuestras instituciones, con nuestra idea de España y con esa memoria histórica cuyas neuronas parecen solo abarcar el período de la dictadura franquista, mostrándose amnésica con una etapa histórica trascendental para nuestra democracia como lo fue la Transición y los principios que la inspiraron; principios que hoy pretenden dinamitarse por aquellos partidos del arco parlamentario con los que este nuevo socialismo pacta por el bien de España. ¿De verdad alguien cree que con los históricos del PSOE un partido como Vox podría erigirse dentro del panorama político español como el adalid de la unidad de España, del castellano como lengua vehicular, de la cohesión social y territorial de los españoles o de la monarquía parlamentaria como sistema político? Que un personaje como Abascal haya sido capaz de presentarse ante los millones de ciudadanos que le votan con un discurso político basado en la defensa de las instituciones y los principios de la Transición que consolidaron la democracia española debería hacernos reflexionar muy seriamente a los socialistas sobre el espacio dejado a una formación política que pretende ser garante de aquello que desprecia y que los socialistas siempre hemos defendido históricamente.

No creo que Adriana Lastra y su nuevo socialismo se atreva a cuestionar la capacidad de diálogo de aquellos que ella denomina “mayores” pues han sido ellos, precisamente, quienes crearon la cultura del diálogo en nuestra etapa democrática. Y aquellos socialistas, hoy denostados, tenían muy claro que si lo que tocaba era estar en la oposición, no había más estrategia política que la de trabajar duro para volver a ganarse la confianza de los ciudadanos en vez de tratar de mantenerse en el poder con cualquiera y a cualquier precio. Hoy, en cambio, dirigimos el país con la menor representación parlamentaria de un gobierno socialista y a costa de ceder ante la ciudadanía aspectos fundamentales de lo que un día fueron nuestras señas de identidad como partido. Pero son otros tiempos.

Es cierto que “los mayores” tienden a enjuiciar el hoy con el criterio del ayer. Pero al menos esos “mayores” atesoran un carácter, una reputación y un crédito que hoy no existe en el panorama político español.

Quizá yo esté completamente equivocado y no haya sido capaz de conectar con este nuevo PSOE o quizá, al contrario del esquema habitual, me he hecho gradualmente más rebelde a medida que envejezco. Porque la rebeldía no solo reside en la actitud de propiciar cambios que supongan una ruptura con el pasado, sino también en la capacidad de resistirse a cambiar lo que algunos consideran antiguo (que no es lo mismo que anticuado) por la sencilla razón de estar convencido que tales cambios en nada contribuyen a la estabilidad de un país.

Sin duda es el tiempo de Adriana Lastra. Y si bien me reconforta saber que siempre escucha a sus mayores, me tomo el atrevimiento de sugerirle que trate de escucharlos un poco más y mejor. Además, nuestra compañera no debería ignorar que muchos militantes seguimos en el partido gracias al discurso, la trayectoria y el ejemplo de nuestros históricos, pues, si algo tenemos claro, es que este viejo partido socialista está muy por encima de quienes temporalmente lo dirigen.

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