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Una nueva estrategia industrial para Asturias y para España

Europa vuelve a ver la industria como un motor de cambio, de competitividad y de creación de empleos de calidad. Así ocurría ya en marzo, antes de la covid-19; ahora, en plena crisis, con más razón. Pero nos hace falta una mirada nueva. Por eso acabamos de debatir en el pleno del Parlamento europeo un anteproyecto para que la Comisión Europea elabore una estrategia industrial que mantenga el enfoque de transformación hacia la industria 4.0 que habíamos definido, pero que demuestre, en este momento de grandes cambios, que además de liderar las transiciones verde y digital es capaz también de luchar por el liderazgo tecnológico y la autonomía estratégica abierta.

El impacto de la pandemia está siendo tan brutal, sobre todo en las pymes, que lo que pedimos es una revisión a fondo de lo que la Comisión presentó en marzo. Una revisión que tenga en cuenta la situación actual de pequeñas y medianas empresas y del conjunto de la industria. Y que en la ecuación figuren los fondos del Plan europeo de recuperación.

Del análisis de la situación con muchos de sus protagonistas y del debate en el parlamento creo que se desprende que necesitamos un plan en dos fases. La primera es la urgente, la que debe centrarse en el corto plazo, en la recuperación del golpe. La que tiene que ayudar a las empresas a superar la crisis, relanzar la producción y salvar los empleos.

La segunda es una fase estratégica, de transformación. Se trata de definir una política que aumente la competitividad, reduzca la dependencia de terceros países y sea el motor de la transición verde y digital. Esto implica invertir masivamente en fuentes de energía alternativas como el hidrógeno, apostar por la eficiencia energética y avanzar hacia una economía circular. Para todo esto necesitamos una inversión sin precedentes en innovación y nuevas tecnologías.

No solo eso. También pasa por el cambio en nuestra forma de mirar al exterior: tiene que ser más exigente, más proactiva. Debemos poner en marcha un mecanismo de ajuste en frontera –para exigir que las empresas de terceros países que introducen bienes industriales en Europa tengan los mismos costes medioambientales que se exigen a las empresas que producen en la UE– y revisar las normas de competencia para evitar la fuga de carbono y la competencia desleal. Tras largas negociaciones, el Parlamento europeo ha conseguido que la Comisión se comprometa a presentar el mecanismo de ajuste en frontera por el que Asturias tanto ha luchado y que va a permitir a la industria electrointensiva competir con las importaciones procedentes de países con menores requisitos y costes en las emisiones de CO2.

Y sin duda el enfoque pasa por la inversión en capital humano, en educación y en mejorar las capacidades de los trabajadores. Invertir en el reciclaje profesional para que todos los que lo necesitan estén preparados para la digitalización del sector.

Hablaba al principio del impacto devastador de la pandemia –y no solo de la pandemia– en las pequeñas y medianas empresas. Por eso es fundamental que la nueva estrategia industrial ponga en el centro la recuperación de las pymes, muchas de ellas muy endeudadas por la crisis y con su capacidad de inversión muy mermada. Sólo a través de una nueva estrategia industrial que respete la importancia de pymes, centros de innovación y universidades podemos construir una economía europea puntera capaz de reforzar las cadenas de suministro, recuperar cadenas de valor para Europa y aumentar la seguridad del abastecimiento de materias primas estratégicas. Y sólo a través de la colaboración público-privada podremos crear ecosistemas de innovación que se anclen en las ventajas competitivas de cada una de las regiones europeas. Por eso las protagonistas de los fondos Next Generation y del plan de recuperación tienen que ser las pymes.

¿Nos vamos a quedar ahí, en lo que Europa tiene que hacer? No. Si queremos cambiar la situación de la industria española, tenemos que hacer reformas a nivel nacional. Ahora mismo el 48% de la industria considera que se encuentra en un momento crítico y que la recuperación de la covid-19 no llegará hasta pasado 2022.

Ante esta preocupante perspectiva, muchas empresas se plantean echar el cierre, no solo por el precio de la energía, sino porque los costes de producción de otros países son mucho más bajos. En el caso de Arcelor en Asturias, con factorías en Gijón y Avilés que suponen un 12% del PIB directo del Principado, la empresa se queja de falta de competitividad y exige soluciones que pasan por la factura eléctrica y medidas defensivas de la UE. ¿Que nos dice esta situación? Que no solo estamos compitiendo con terceros países como China o India (el mecanismo de ajuste en frontera nos daría un respiro), sino que también competimos con la industria de países europeos como Italia, con un coste de energía más bajo que España.

O el Gobierno hace los deberes y presenta ya el estatuto de industria electrointensiva o la industria nacional, y desde luego la de Asturias, no va a poder sobrevivir. El Ejecutivo tiene que utilizar el plan de recuperación para proyectos que modernicen toda la cadena de valor, incluidas las empresas asociadas, y que fortalezcan las competencias digitales. Es el momento de apostar por la industria.

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