La teoría del eterno retorno, la condena a avanzar por un camino que siempre amenaza con volver al mismo lugar encuentra con cierto estremecimiento una versión asturiana en las fotos de mi derecha. Dos manifestaciones, dos dedos índices extendidos, unos mineros, unos hosteleros, ocho años de diferencia entre el José Ángel Fernández Villa de 2012 y el José Luis Álvarez Almeida de 2020. Hay dos joses diferentes, un policía con barba y gafas que se parece, está la mascarilla del presidente de la patronal de la hostelería y el pañuelín del SOMA, hay dos reivindicaciones distintas contra dos cierres distintos que ponen en jaque a dos gobiernos. Nada tienen que ver los unos con los otros, pero el punto del eterno retorno es la calle y la eterna protesta de una población descontenta.