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Jorge J. Fernández Sangrador

Rafael en Palacio

La exposición con los tapices de Felipe II a partir de los cartones del artista italiano

Desde este mes de diciembre hasta el de abril del año que viene, los tapices sobre los Hechos de los Apóstoles, realizados sobre los cartones que dibujó “el divino” Rafael Sanzio por encargo del papa León X, para que se confeccionasen los paños que habrían de revestir las paredes, en su parte baja, de la Capilla Sixtina durante las ceremonias pontificias, estarán expuestos en la Galería del Palacio Real de Madrid.

En febrero pasado, para conmemorar el quinto centenario del fallecimiento de Rafael (1520), fueron colgados, en la Capilla Sixtina, los del Vaticano. Ahora, en el Palacio Real de la capital de España se exponen los de Felipe II, tejidos a partir de aquellos cartones pintados por Rafael, que se custodian, siete de los diez, en el “Victoria and Albert Museum” de Londres. Y es que los de Roma llegaron a ser tan apreciados, que varios monarcas europeos encargaron, para sus cortes, tapices de la serie creada para la Sixtina.

En la semblanza que Giorgio Vasari escribió de Rafael, se lee a propósito de los tapices hechos para el Papa: «Esta obra fue realizada tan milagrosamente, que es maravilloso ver cómo ha sido posible hilar los cabellos y las barbas y dar tanta suavidad a la carne. Obra realmente más propia de un milagro que de humano artificio, porque en ella hay agua, animales, edificios tan bien hechos que no parecen tejidos, sino hechos con el pincel».

Y es que ésta era, para Vasari, la principal cualidad de la obra rafaelista en general: «Y, si bien se puede llamar a las pinturas de otros artistas realmente pinturas, de las de Rafael se puede decir que están vivas: porque tiembla la carne, se ve el espíritu, se inflaman los sentidos ante sus figuras, en las que se reconoce la realidad más viva».

Los de Madrid fueron tejidos en Bruselas por Jan van Tieghem y Frans Gheteels, entre 1550 y 1560, y parece que, al ser tejidos con lana y seda, se conservan mejor que los del Vaticano, realizados con hilos metálicos, que, con el paso del tiempo, fueron oxidándose. Los de España fueron adquiridos por Felipe II cuando aún era príncipe.

No se puede decir en rigor que se trate de tapices sobre los Hechos de los Apóstoles únicamente, pues, de los nueve expuestos, hay dos en los que se representan sendas escenas de los Evangelios: la pesca milagrosa (Lucas 5,1-10) y el coloquio en el que Jesús Resucitado confía su grey a Pedro (Juan 21,11-17).

Los otros siete se inspiran, efectivamente, en los Hechos de los Apóstoles: la curación de un tullido en la puerta Hermosa del templo de Jerusalén (3,1-11), la muerte de Ananías (5,1-11), la lapidación de san Esteban (7,55-60), la conversión de Saulo (9,1-7), la ceguera de Elimas y la conversión del procónsul Sergio Paulo (13,6-12), san Pablo y san Bernabé en Listra (14,8-18), y, finalmente, el discurso de san Pablo en el Areópago de Atenas (17,22-34).

Los motivos de las cenefas que circundan cada tapiz son de una variedad asombrosa. Y muestran la admirable unidad que el cristianismo logró establecer, durante el Renacimiento, entre la Biblia, las antigüedades griegas y romanas, y las artes. Y, puesto que un ayudante le leía a Rafael, mientras dibujaba los cartones, la Sagrada Escritura, lo más adecuado es que, ante esos tapices maravillosos, con tantos detalles, que penden de las paredes de la Galería del Palacio Real de Madrid, el visitante lea, a la vista de cada uno de ellos, el correspondiente capítulo bíblico.

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