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Tino Pertierra

Solo será un minuto

Tino Pertierra

Un naufragio tal vez soñado

Sara: “Podría describir los besos más tristes esta noche, pero no lo haré porque me duele gastar tinta para admitir que me equivoqué de sueño. Mi matrimonio se despeñó porque Román sufría el síndrome del alpinista con las mujeres. Después de una cumbre siempre había otra más alta que coronar. Pensé que yo podría ser su último refugio, pero, como buen machista, nunca se planteó llegar juntos a la cumbre y compartirla. Llevo puesto el anillo de casada desde entonces para ahuyentar a los moscones. Me sigue sorprendiendo comprobar que eso los atrae mucho más.

¿Pueden ser veraces los besos voraces?, le pregunté hace un par de semanas a uno muy tenaz para disuadirle de avanzar con sus tentáculos. No le importó mi pregunta solemne y vacua. Solo tenía ojos para mi escote. Quizá debería hacerme más la frívola, como mi hermana Julia, pero en su caso cuanto más peligrosa es la piel que enciende sus alarmas, más interesada está en ella. Qué distintas somos.

¿Por qué siempre me relaciono con personas que nunca me satisfarán? Esta pregunta es para mí y va en serio. Me la hice ayer al despertar junto a un desconocido cuyo nombre he olvidado. Quizá deba retomar la novela que empecé a escribir hace meses como terapia y que abandoné cuando me di cuenta que me desorientaba aún más. Empezaba así: ‘A Juana le divertía abrazar la noche, acariciar su piel en sombras mientras el tiempo ahuyentaba las urgencias y se convertían en restos de un naufragio soñado’. Se lo mandé a un profesor de Literatura cuando empezábamos a reducir distancias y me dijo: bórralo. Así, sin más. Era sincero, noble y muy inteligente, pero estaba demasiado herido. Llegas demasiado pronto, me dijo entre sábanas revueltas. Y tú demasiado tarde, respondí, y no me sentí triste por ello”.

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