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Tino Pertierra

Solo será un minuto

Tino Pertierra

Una estrella dorada que cae

Laura: “Pues sí, soy de esas personas ingenuas que coleccionan señales del destino. Qué le vamos a hacer. Me divierte, me asusta, me recoloca. Sin ánimo de ofender, estoy convencida de que no somos más que seres de ficción a los que sueltan en un juego cósmico, y cómico, y hacen con nosotros lo que el dueño del invento quiere. Por eso no creo que haya nada casual en nuestras vidas, por eso sospecho que entre los pliegues escondidos de la rutina cotidiana hay un insólito cruce de mensajes que solo tienen una destinataria en mi caso: una receptora que puede descifrar su significado si se esfuerza, y está atenta, y respeta sus códigos y rarezas.

Esta mañana...

Día feo, cielo con color de ojeras, temperatura tonta, ni frío ni calor, calles entumecidas y gente con la mirada calcinada. También la mía. Caminando como reo en su último paseo por una calle empinada y hostil. Y, de repente, la sorpresa: ante mis ojos revueltos, un globo con forma de estrella dorada se desprende de la rama de un árbol desnudo en la que estaba plácidamente desterrado, dedicando sus últimos restos de aire a planificar una caída elegante, melancólica, terriblemente hermosa. Hubo un tiempo feliz: ese globo esperaba entre otros muchos a que alguien lo rescatara, y cuando unas manos infantiles lograron el prodigio, todo parecía encajar en su vida, hasta que esas mismas manos no tuvieron la suficiente firmeza o el necesario cuidado y el globo se escapó sin desearlo, voló un tiempo hasta que chocó con una rama y el aire lo abandonó a borbotones. Demasiado frágil, demasiado cansado, el globo esperó a que llegara una ráfaga de viento poderosa para soltarse y dejarse ir, lentamente, con aliviada tristeza, hasta caer a mis pies, y susurrarme que aún estoy a tiempo de evitar la caída”.

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