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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Iglesia, religión y lengua asturiana

La traducción al asturiano de la Biblia

A nadie extrañará que los dos primeros escritores en nuestra lengua, Antón de Marirreguera y Juan García, del siglo XVII, sean clérigos. Curiosamente, sin embargo, entre sus obras solo hay una de temática religiosa, “El Pleitu ente Uviéu y Mérida pola posesión les cenices de Santolaya”, ganadora de un concurso en 1639, con motivo de la proclamación de la santa como patrona de la diócesis.

El siglo XVIII ya equilibra los escritores civiles con los religiosos, unos y otros, en su mayoría, relacionados con Xovellanos. También entre ellos la materia religiosa es corta.

En el último tercio del XIX la Iglesia inicia la redacción y utilización del asturiano en textos litúrgicos y pastorales. Algunos de estos textos no tienen otra proyección que la meramente simbólica o filológica, como la traducción de la bula “Ineffabilis Deus” o la del “Evanxeliu según San Matéu”, a impulso éste del príncipe Luis Luciano, cuyo texto se editó en Londres. Ambas traducciones son responsabilidad de quien fue rector del Seminario ovetense y luego obispo, Manuel Fernández de Castro, quien, para el Evanxeliu, contó con la participación de los futuros clérigos que allí estudiaban. Don Manuel sí inicia un género que va a tener larga tradición y éxito relativamente notable: la confección de poemas destinados a los niños de la catequesis o para ellos en la Navidad. En su pos destacan tres autores y colecciones: los “Diálogos y poesíes” en castellano y en dialecto asturiano para los catecismos de las fiestas de Navidad, de José Aniceto González; un “Catecismu” de 1916 que tiene por autor a Luis Sánchez García, y “Manoxu de zamploñes”, de Manuel Galán García. La popularidad de estos textos fue grande y no era raro sentir hasta hace poco a personas mayores que recordaban algunos, de recitarlos en su niñez o adolescencia.

Junto con esa literatura eclesiástica, el siglo XIX abunda en literatura religiosa que no tiene su origen en la Iglesia o no está destinada al uso en sus actos, particularmente, la mariana. Destacan ahí el “A María Inmaculada”, de Juan María Acebal, y la figura del padre Galo Fernández. Un texto excepcional, por estar dedicado al único santo que tenemos, es el dedicado a Fray Melchor de Quirós (la modestia de cuyo lugar de nacimiento, por cierto, Cortes, en Quirós, invita a recordar aquel evangélico “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?”) por el popular Teodoro Cuesta, una larga composición polimétrica. Debe señalarse que la literatura centrada en Covadonga es escasa o solo tangencialmente mariana: tiene como eje principal la batalla contra el moro invasor y la figura de Pelayo.

Alguna producción versifica leyendas populares, como el “Milagru de San Antón”, de Flórez de Prado, donde se relata un milagro acontecido en 1729 en la capital de Asturies, según el cual el santo había llevado a América una carta que una mujer depositó en la imagen del mismo existente en la iglesia de San Francisco y el santo había traído la respuesta al mismo lugar, milagro que ya Feijoo señalara como una falsedad.

La primera antología de la literatura asturiana la edita Caveda en 1839 y la reedita Canella en 1887. En 1925 un clérigo tradicionalista (parece conveniente señalar la vinculación querenciosa entre tradicionalismo, no solo eclesiástico, y nuestra lengua), Enrique García Rendueles, publica el segundo florilegio, “Los nuevos bablistas”.

A partir de Conceyu Bable y el Surdimientu, empiezan a aparecer nuevas iniciativas religiosas y litúrgicas de traducción al asturiano que van incrementándose hasta hoy, no solo por parte de la Iglesia romana, sino también de otras Iglesias. Así, Federico G.-Fierro Botas, S. J., y Alexandru Rodríguez Alonso publican “Oraciones, bendiciones, pidimientos y cancios relixosos n’asturianu” (1993); el Coleutivu Manuel Fernández de Castro, “Esta ye la nuesa fe. Esta ye la fe de la Ilesia. Tercer catecismu de la comunidá cristiana” (2001); la Sociedad Bíblica, “El Evanxeliu de San Lluques” (desde los originales griegos) (1991); los mismos, “Nuevu Testamentu y Salmos” (1997). Existen también iniciativas no ligadas al ámbito eclesiástico en su impulso, como “La Santa Misa. Versión en llingua asturiana”, de Llorienzu Novo Mier.

Y en estos momentos está ya en prensa “La Biblia”, así mismo promovida por la Sociedad Bíblica.

Pues no cabe más que felicitarse por ello y, acaso, un ¡Laus Deo!

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