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Fernando Delgado

Potenciar lo que nos une y no lo que nos separa

En agradecimiento por el regalo de ser nombrado cronista oficial de Morcín

De bien nacido es ser agradecido, dice el refrán que nos inculcaron en casa desde pequeños. Cuando se recibe un regalo como ser nombrado Cronista Oficial de tu concejo, uno debe volver la vista atrás para agradecer y recordar el gran esfuerzo de todas las generaciones que nos precedieron, que vivieron tiempos muy difíciles, que lo tuvieron mucho más duro que nosotros y se quejaban mucho menos, que trabajaron con sus brazos en unas duras condiciones laborales para que sus descendientes disfrutáramos un futuro mejor y quienes consiguieron que nuestra vida fuera mucho más cómoda que la suya.

Tampoco puedo olvidarme de los centenares de vecinos y amigos de Morcín con los que he tenido la fortuna de trabajar en equipo desde 1980 en diferentes proyectos sociales, culturales, deportivos y festivos. De los mayores recogí su experiencia y de los jóvenes su vitalidad. Aunque no puedo enumerarlos a todos, ellos saben que tienen mi total agradecimiento y que la mayor parte de este reconocimiento es también mérito suyo.

Cuando la tarde del pasado viernes, Celso Peyroux, vicepresidente de la Asociación de Cronistas Oficiales de Asturias y compañero en LA NUEVA ESPAÑA, me adelantó vía Whatsapp la foto de todos los concejales de la Corporación de Morcín con el brazo en alto votando mi nombramiento por unanimidad como cronista oficial, tengo que reconocer que me cayó una gran lágrima de emoción que no pude controlar debido a los sentimientos que fluyeron por mi mente y bajaron directos a mi corazón. Muchas gracias a todos los ediles de los grupos políticos con representación municipal (IU, PSOE y PP), legítimos representantes democráticos de todos los vecinos de Morcín, encabezados por Mino como Alcalde, por confiar en mí de forma tan unánime. Cómo no iba a emocionarme. No puedo ni quiero olvidarme tampoco de las anteriores corporaciones municipales y alcaldes que siempre me apoyaron y con los que afrontamos muchos proyectos conjuntos tanto desde la asociación de vecinos “Cantu La Sierra” como desde la Hermandad de La Probe.

Sentirse valorado y querido es la mayor satisfacción que puede disfrutar un ser humano y ese sentimiento no hay bien material que lo pague. Entre los cientos de mensajes de apoyo recibidos el viernes, algunos todavía sin contestar, y cariñosas llamadas tras ser publicada la noticia en LA NUEVA ESPAÑA, ha habido muchas personas, de Morcín y de fuera del concejo, que incluso se han alegrado más que yo y eso demuestra el profundo valor de la amistad. El excesivo halago, aunque reconforta, es peligroso porque te puede hacer perder la perspectiva de la realidad. Siempre aprende uno más de la crítica siempre que sea constructiva.

Durante treinta y dos años en LA NUEVA ESPAÑA, aprendí mucho de compañeros, entonces de redacción, que hoy ocupan puestos directivos y de todos los ilustres personajes y héroes anónimos, residentes en pequeños pueblos y aldeas, cuyo perfil retraté en el periódico y que representan a otros muchos quienes, sin protagonismo alguno, apenas salen habitualmente en los medios de comunicación aunque tienen detrás unas grandes historias mucho más interesantes que otros que, sin mérito alguno, nos saturan a diario.

Me vienen a la memoria personas como Fe González, de Castandiello, que nos dejó recientemente tras vivir 105 años y crió en solitario a sus cuatro hijas tras perder a su joven marido en un trágico accidente minero en 1957. Olimpia Goyanes, de Las Mazas, quien ya cumplió 101 y sigue viviendo donde llegó en 1955 tras emigrar, junto con dos hijos, desde su aldea natal de Galicia para estar en Morcín junto a su marido que trabajaba en las minas de carbón. Los cuatro miembros de su familia vivieron hacinados, en un principio, en una habitación con derecho a cocina hasta que les entregaron su nueva vivienda en Las Mazas en 1956. Nicanor Suárez, del Lugar de Arriba, 98 años, con quien tuve la experiencia de vital de acompañarle al pozo Montsacro 81 años después de haber entrado a trabajar a la edad de 12 años como pinche en 1935 en Hulleras de Riosa por ser hijo de viuda minera y ganaba 4,5 pesetas diarias. Pepe el de La Figar, “el último anacoreta de Morcín”, con quien compartí, como único habitante de su aldea, una tranquila jornada de trabajo agrícola y ganadero durante la tumultuosa huelga general de 1994 y titulé “Pa les vaques no hay vigilia”.

Recordar también el emotivo homenaje realizado en 1990 a Alicia Menéndez, Ángel Fernández y Cesar Uz Pereira, funcionarios municipales que se jubilaban tras una dilatada trayectoria profesional y a los que se entregaron las cruces doradas del Ayuntamiento de Morcín.

Tampoco me puedo olvidar de curiosos reportajes publicados sobre situaciones atípicas como el poste que los vecinos de Busloñe tenían que “ximelgar” para que funcionase el único teléfono público que había en el pueblo; o la revolución de las neveras que vivieron los habitantes de El Praiquín por la insuficiencia de energía eléctrica; o la falta de servicio de autobús que impedía que los niños de la parroquia de San Sebastián pudiesen ir a estudiar, o la carencia de agua que sufrían los vecinos de Peñanes, o las continuas inundaciones que sufrían y siguen padeciendo los vecinos de Argame, o el litigio absurdo que montó el cura de La Piñera con los jóvenes del pueblo que querían organizar una fiesta.

Tras el gran éxito que tuvo el libro “Morcín en la prensa 1886-1950”, editado y agotado en 2019, podemos adelantar que ya tenemos en imprenta “Morcín en la prensa 1950-2000”. Gracias a Noelia Pereira, Montse García, Maria Perera y Carlos Álvarez Barbao, por su gran apoyo para que este nuevo proyecto salga adelante.

Morcín ha sido tierra de promisión y de acogida para cientos de familias que llegaron a mitad del siglo pasado de otros puntos de la geografía nacional en busca de un futuro mejor. Aquella época de esplendor económico ligado al carbón ya finalizó con el cierre de pozo Montsacro en 2014. Ahora tenemos que potenciar lo que nos une y no los que nos separa para trabajar en equipo ante este incierto futuro en el que la necesidad nos debe ayudar a agudizar nuestro ingenio.

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