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Pere Casan

La imagen y las mil palabras

El poder del lenguaje visual y su gran impacto

Pocas semanas después de que en la ciudad china de Wuhan se declarara la infección por el coronavirus, que posteriormente se denominó SARS-CoV-2, dos ilustradores científicos del Centro de Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) en Atlanta (USA), Alissa Eckert y Dan Higgins, recibieron el encargo de desarrollar una imagen del maléfico virus. Las fotografías realizadas posteriormente por microscopía electrónica confirmaron la precisión con la que los dibujantes habían trabajado. Las protuberancias rojas de las espículas (proteínas S) o las motas amarillas de la envoltura (proteínas E), quedan perfectamente reflejadas en el dibujo que se ha reproducido millones de veces en todo el mundo. Necesitábamos una imagen que nos hablara por sí misma y aquí la tenemos.

Una imagen vale más que mil palabras, nos indica el saber popular. La frase forma parte del refranero y se repite insistentemente. Es más, el lenguaje visual se encarga de que lo tengamos presente. Los segundos iniciales de los telediarios, la fotografía de la portada de los periódicos, la sonrisa, el peinado, la alegría o la pena de los famosos. Todas son imágenes que captan nuestra atención y hacen circular mensajes directamente hacia nuestros cerebros. Lo que se dice a continuación tiene menos importancia. Al fin y al cabo, la mayoría de las veces serán palabras huecas, vacías de contenidos o repetición de programas ya presentados en otras circunstancias. La publicidad es fundamentalmente imagen y esta circula con gran rapidez desde el emisor al receptor. No necesita traducción, penetra fácilmente y, aparentemente, no miente.

Covid 19

Siempre se les ha atribuido a las imágenes mayor objetividad que a las palabras. Nadie puede discutir su capacidad de impacto, su instantaneidad, incluso la belleza o el horror que pueden almacenar. No obstante, su veracidad está muy discutida. Y no es necesario mencionar el “photoshop” para ponerlo en evidencia. La polivalente intelectual americana Susan Sontag (1933-2004), premio “Príncipe de Asturias” de las Letras (2003), nos lo recuerda en su libro “Sobre la fotografía” (Madrid, Alfaguara, 2005), magnífico texto de filosofía fotográfica, donde no se nos muestra ninguna imagen y, en cambio, se describe una de las mejores reflexiones sobre el poder de las mismas en el mundo actual.

Tengo en mis manos el libro del recientemente fallecido Joan Margarit (1938-2021) “Poética: construcción de una lírica” (Barcelona, Arpa, 2020) donde explica la forma de escribir, leer y entender un poema. Margarit fue un gran arquitecto y excelente poeta (Premio Cervantes 2019), uno de los mejores de nuestro tiempo y, además, muy prolífico. Autor en castellano y en catalán, no precisaba traducción ya que él mismo escribía los poemas en ambos idiomas. En su opinión, un buen poema debe ser conciso y exacto. Conciso en el sentido estructural del término, que no le falte ni le sobre una palabra. Exacto, como elemento de orden, que diga lo que quiere decir el autor y lo que necesite entender el lector. De esta forma, el arquitecto-poeta nos indica que si las matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de las letras. Joan Margarit fue un artista de los números y de las palabras. Pocas personas han logrado reunir en su vida estas dos facetas tan complementarias. Si intentara construir un recuerdo de este hombre ilustre de “La Segarra (Lleida)”, lo haría llorando la pérdida prematura de su hija Joana, para quien escribió un extraordinario poemario.

Palabras e imagen. Muchas veces necesitamos complementar lo que las palabras nos enseñan con lo que la imaginación entiende y nuestro cerebro graba. Una figura ayuda a este tránsito informativo. Ser visual y auditivo al mismo tiempo es abrir las puertas del cerebro en toda su amplitud. Si hablamos de música, el interpretarla; si lo hacemos de palabras, escribir un poema. Si lo unimos, se trata de escribir y cantar una canción. Mi sugerencia de hoy: No cierren los ojos y establezcan conexión con las imágenes y la banda sonora de una magnífica película “Much ado about nothing” (Mucho ruido y pocas nueces) de Kenneth Branagh, basada en la comedia del mismo nombre de William Shakespeare (1564-1616). Dirijan su atención al poema cantado “Sigh no more, ladies” y atiendan al juego de palabras establecido entre “sigh” y “sing”. Delicadísimo y hermoso. La película, además, reúne a lo mejor de la escena internacional.

SARS-CoV-2. Se trata de un virus hermoso y cruel al mismo tiempo. Su simetría y su colorido forman ya parte de nuestra mente. Sus cadenas de ARN han circulado ya por muchos de nuestros cuerpos. En breve tiempo, nuestras defensas generadas por las diferentes vacunas a nuestro alcance entonarán una sinfonía fantástica que neutralizará su avance. Será la mejor de las canciones que interpretaremos a coro en la plaza mayor de todas nuestras ciudades y aldeas.

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