Opinión
Entre la censura y la cháchara
La ley mordaza de lo políticamente correcto, que analiza Darío Villanueva en su aplastante “Morderse la lengua” (Espasa, 2021), y la “industria de la maledicencia”, denunciada por Javier Marías en un reciente artículo, ¿serán dos caras de lo mismo? Una sospecha inquietante, pero ¿cuál sería la relación entre aquel morderse la lengua y este volverse lenguaraces? ¿Como cuando tapas un agujero y el aire acaba saliendo por otro? ¿O serán dos modos de ocultación de la verdad de las cosas, en el primer caso por medio del silencio, que deja en blanco partes del asunto, y en el segundo mediante un insoportable gorjeo que acaba ocupando con cuitas insulsas y falaces todo el espacio de la atención? Entre el avance de la desertización por no poder llamar a las cosas por su nombre y la inundación del cotilleo maledicente, el discurso de la verdad a secas se derrite como un casquete polar.
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