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Fernando Granda

El chantaje como política exterior

La costumbre marroquí de tapar sus crisis internas con crisis fronterizas

Es el enésimo chantaje. Es triste recordar que hace casi cincuenta años algunos sufrimos ya una de las muchas extorsiones de la política marroquí. Fue cuando el rey Hassan II decidió capturar pesqueros españoles como represalia al fracaso de las negociaciones para establecer cuotas de pesca en aguas atlánticas cercanas a Marruecos. Quien esto firma pertenecía al reemplazo “71 primero”, es decir, quienes debíamos iniciar el servicio militar en los meses siguientes a ese año de 1971. Lo que nos recuerda que hace ahora medio siglo. En el sorteo correspondiente, los jóvenes asturianos que se despedían de sus prórrogas por estudios para incorporarse a la “mili” obligatoria tuvimos la “suerte” de que nos destinaran a Melilla, la ciudad española ubicada en el norte de Marruecos y frente al mar de Alborán y las islas Chafarinas. Y una veintena de universitarios nacidos en el Principado cumplimos nuestro servicio militar en la plaza melillense después del campamento de instrucción en la almeriense Viator.

Cuando se acercaba el final de la lejana “mili”, entre el invierno y la primavera de 1973, comenzaron a ser secuestrados pesqueros españoles que faenaban en las aguas entre las islas Canarias y las costas de Marruecos y el Sahara, en aquellos momentos provincia española oficialmente. La tensión entre el reino alauita y el Gobierno español se elevó a tal nivel que el Ejército de Franco se puso en alerta y los regimientos que se ubicaban fuera de la península, al menos en algunos casos, fueron acuartelados. La consecuencia fue que a quienes debíamos ser licenciados en aquellos días nos fue suspendida la licencia indefinidamente. Y los “veteranos “del 71 primero, ya fuera de servicios al haberse incorporado un nuevo reemplazo, deambulábamos por los cuarteles con la mirada tipo zombie y malcantando una canción puesta de moda por Nino Bravo: “Libreeee, como el sol cuando amanece yo soy libreeeee, como el mar, libreeee, como el ave que escapó de su prisión…”. Más de un mes después de aquella crisis nos dieron la licencia condicionada.

Habían pasado tres lustros de la llamada guerra del Ifni, casi ocultada por el franquismo. Dos años después de la captura de los pesqueros, con el dictador moribundo, el mismo Hassan II promovió la “Marcha Verde”, anexionándose el Sáhara Occidental. Y si se recurre a la reciente historia de las relaciones entre los dos países se encontrarán con reincidentes conflictos diplomáticos y fronterizos entre ambos. Coinciden con problemas internos en los gobiernos marroquíes, que tratan de desviar las crisis gubernamentales de Rabat, con incidentes relacionados con el monarca, con contratiempos sociales en el Rif, en Tánger, en el Sáhara o en las cárceles donde se encuentran presos de origen saharaui. Amenazan con reivindicaciones sobre la nacionalidad de Ceuta, Melilla y las islas Chafarinas, restricciones en los pasos aduaneros, el cierre de fronteras. Mientras, los soldados españoles vigilábamos la línea fronteriza para impedir la entrada de infectados por el cólera que se expandía por territorio marroquí. Es decir, todo son amagos para distraer la falta de democracia, disimular el contrabando –camiones llenos de productos que llegaban a los muelles melillenses, puesto que entonces y hasta hace poco no existía el gran puerto de Nador, y que en su mayoría pasaban como elaboraciones de pastelería–, contrabando, digo, que se producía en los pasos aduaneros en los que algunos llamaban la “frontera de las galletas”.

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