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Tino Pertierra

Solo será un minuto

Tino Pertierra

Camelos envenenados

Ana: “Me di de baja en la lista de distribución de correos de una marca de ropa y lo primero que hicieron fue enviarme un mensaje con una carita llorosa y una frase modélica en cuanto a chantaje sentimental se refiere: te echaremos mucho de menos. Me pregunto si hay alguien que pique y reconsidere su decisión de abandonar ese circuito publicitario de promociones y sugerencias. Supongo que sí, lo mismo que habrá personas que abran un mensaje en el que se les piden datos bancarios para poder cobrar una herencia imprevista de un tipo en Wisconsin o pagar una deuda en un banco del que no eres cliente. No voy a presumir de estar protegida contra esos engaños porque en mi vida real, no en la virtual, hay episodios verdaderamente bochornosos en cuanto a engaños se refiere. Mismamente, mi exmarido Pedro. Cuando le pillé con las manos en la masa corporal de otra (¡una compañera del gimnasio, qué cutrez!) me prometió que era una y no más, que fue un error de su bulto, que estaba atravesando una crisis existencial y que había sido un desahogo sin importancia, una caña al aire a ver si alguna ingenua picaba ante sus lágrimas de cocodrilo. Bueno, le perdoné, y luego llegó otra crisis y otro error, y otra promesa. Y volví a pasar página. Los hijos, ya sabes. A la tercera fue la vencida: me di de baja en su lista de distribución de embustes y cerré el paso a sus intentos de engañarme con mensajes de camelo envenenado. No hay que avergonzarse de esos tropezones, lo mismo que no te debes martirizar porque tus primeras diez o veinte tortillas den pena, penita, pena. Al final, a poco que te esfuerces e insistas, terminas cogiéndole el tranquillo a eso de cascar huevos, batirlos, mezclarlos con la patata y dar la vuelta a todo con firmeza, sin miedo a que todo se vaya a tomar por el suelo”.

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