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Luis M Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

A vueltas con la llingua

La oficialidad del bable hierve en la olla. Creo francamente que no es algo que reclame el común de los asturianos. Goza de un estrecho apoyo político que tampoco se corresponde con el interés general. Si no se quiere entender de esta manera, solo hace falta convocar una consulta para comprobarlo. Imponer la llingua, además de un gasto superfluo, supone un riesgo evidente como se demuestra día a día en las comunidades en las que se empezó hablando de una “cooficialidad amable”, como la que predica Barbón, que ha acabado por convertirse en arma discriminatoria. El ejemplo más claro es el de la socialista Francina Armengol, en Baleares.

Además, el porcentaje de los asturianos que se expresa en la llingua oficial es ínfimo, tanto es así que muchos de los que la defienden desde las tribunas de opinión no la utilizan y sí lo hacen, en cambio, escribiendo en español. Es una prueba de que alrededor de todo ello existe impostura. Otro riesgo es la fractura que puede ocasionar introducir en la vida de los asturianos un elemento de disensión que jamás existió gracias al sentido común. En primer lugar, de los propios socialistas que gobernaron la región durante décadas y supieron estar a la altura de las necesidades verdaderas, salvo en esta etapa que divide al PSOE entre los partidarios de la oficialidad y los que están en contra.

Tiene razón Beatriz Zapico, portavoz de la Plataforma contra la Cooficialidad del Asturiano, cuando recuerda que la “amabilidad” no existe en este tipo de cosas una vez que se ponen en marcha y irremediablemente se aprueban. Se sabe cómo empiezan y jamás cómo acaban, incluso por la deriva identitarista que se escuda en las lenguas locales para reclamar enseguida una nacionalidad, un paisito y puede que más tarde hasta un estado. Sin ánimo de exagerar, esta es una forma idiota de jugarse el destino a lo tonto. De modo innecesario, porque la llingua puede defenderse sin imponerla.

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