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Tino Pertierra

Solo será un minuto

Tino Pertierra

Envidiando los superpoderes

Manuel: “Soy un envidioso. Lo admito. Le tengo envidia a Supermán. Sí, como lo oyes. No porque quiera ir por la calle con pijama y capa, sino porque me vendría muy bien tener rayos X y saber qué pasa en habitaciones donde me gustaría estar y no estoy. En el despacho de mi jefe, por ejemplo, cuando le pide informes sobre mí al chivato de turno. O en el cuarto de hotel donde mi novia me convierte en alce con ese ex que la llamó y quedaron a tomar una copa por los viejos tiempos. Y ella se cree que me creo sus mentiras sobre el lío revuelto. También envidio al hombre invisible porque estaría facultado para acercarme a gente que detesto y hacer alguna trastada. No soy un mirón, no busco privilegios de ese tipo. Pero imagino la cara que pondría mi suegro en la cena de Navidad cuando, después de soltar el inevitable discurso fachoso precampanadas, le vaciara una copa de cava catalán en la cabeza. Lo odia.

La teletransportación sería genial. No me gusta viajar porque los aeropuertos se indigestan y estar apretujado en el avión me deprime. Imagina: quiero estar en Roma ahora, o en París, o en Río. Y allí te plantas. Envidio a los que son invulnerables a las balas porque supongo que también lo sería a las puñaladas traperas, a las calumnias interesadas. ¿Y la telepatía? Qué maravilla leer el pensamiento de la gente para detectar embusteros, cínicos o traidores. O para sorprenderme con alguien de quien tenía una opinión negativa sin merecerlo. Más, más. Velocidad asombrosa para entrar en un sitio lleno de malos rollos y desaparecer en un segundo. Adiós, adiós. Subirme por las paredes, como Spiderman: cuando no aguanto más a la gente tóxica. O hacerme microscópico. O volar lejos, muy lejos, o hacer volar losas. Y detener el tiempo cuando sea feliz, o crea serlo”.

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