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Jorge J. Fernández Sangrador

Tantur

La labor del Instituto Ecuménico para la investigación teológica avanzada en Jerusalén

Al conmemorar el centésimo vigésimo aniversario del nacimiento de Oscar Cullmann, teólogo luterano, el 28 de febrero de 1902, en Estrasburgo, se ha recordado aquella comida a la que, en diciembre del 1965, fue invitado, junto con el pensador Jean Guitton y el teólogo jesuita Padre Henri de Lubac, por Pablo VI.

Eran días de Concilio Vaticano II aún no clausurado. Y el Papa, que fue quien llevó principalmente la conversación, traslucía la gran alegría que le había producido la lectura de la versión definitiva del texto del levantamiento de mutuas excomuniones por parte de las Iglesias Católica y Ortodoxa.

El coloquio en la mesa giraba en torno el ecumenismo. Oscar Cullmann manifestó al Papa su deseo de ver ya pronto en funcionamiento el Instituto de Teología Ecuménica en Jerusalén, del que se había hablado, junto a otros proyectos de naturaleza interconfesional, en el contexto de las sesiones conciliares, a la que asistieron, como observadores, figuras importantes del protestantismo.

Y es que Oscar Cullmann había sido designado para formar parte del comité de asesores internacionales que debía acompañar con su saber y experiencia el nacimiento e inicial desarrollo de ese Instituto, que iba a ser erigido en una parcela, que se encontraba entre Jerusalén y Belén, y que el Vaticano compró a la Soberana Orden de Malta.

En realidad, las actuaciones concretas para la adquisición del terreno y la creación de las instalaciones las inició Pablo VI en 1964, al confiar al Padre Theodore Hesburgh y a la universidad norteamericana de Notre-Dame la misión de obtener el dinero que se precisaba para la construcción del edificio, ofrecer la cobertura institucional que se requería para que fuese una realidad sólidamente fundada y conducir a puerto el plan.

Las obras comenzaron en 1967, aunque, a causa de la Guerra de los Seis Días y otras circunstancias sobrevenidas por el conflicto árabe-israelí, la inauguración del Instituto Ecuménico de Tantur se demoró hasta 1972, año en el que finalmente pudieron comenzar a convivir, como deseaban los promotores de la creación del Instituto, unos treinta investigadores de diferentes confesiones cristianas, con sus familias, una comunidad de seis monjes benedictinos de Montserrat y algunos funcionarios.

La finalidad que se le trazó al Instituto Ecuménico de Estudios Teológicos de Tantur fue la de trabajar por la unidad de los cristianos, favorecer las relaciones de cordial entendimiento entre los que se confiesan hijos de Abrahán en la fe y mediar en los conflictos y desavenencias que dividen y enfrentan a los pueblos.

Y todo ello sustentado por la plegaria constante. Por eso fueron enviados al Instituto, en representación de los católicos, los benedictinos. Con el padre Adalbert Franquesa Garrós a la cabeza. ¡Qué buen monje! Estuvo en Tantur hasta su retorno a Montserrat en 1983. Falleció en 2005.

El mismo padre Franquesa me comentó, cuando tuve la oportunidad de saludarlo una vez que fui a visitar al padre Cebrià María Pifarré i Clapés, que estaba pasando una temporada en Tantur, el porqué de su presencia allí: puesto que la unidad es un don del Espíritu Santo, decía Pablo VI, hay que pedirle, por medio de la oración, que la conceda, y por eso quiso que hubiera permanentemente en el Instituto una comunidad monástica.

Los benedictinos de Montserrat se fueron de Tantur hace unos años y regresaron a su monasterio. Pero el espíritu de oración no se ha agotado. Se perpetúa en la Iglesia, que ora continuamente para que los seguidores de Cristo estén unidos, las distintas religiones se respeten unas a otras y prevalezca la concordia entre los pueblos.

Y hoy ora especialmente por Ucrania, para que sean depuestas las armas, cesen los sufrimientos, se restablezcan las libertades y la caridad evangélica, predicada y vivida heroicamente durante siglos en aquellas tierras de hondas raíces cristianas y venerables tradiciones litúrgicas, aliente en el corazón de quienes pueden detener la guerra e instaurar la paz.

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