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Cosme Marina

Linares y Pagés: dos grandes de España

La concesión del Premio Princesa de Asturias de las Artes a María Pagés y Carmen Linares es una extraordinaria noticia para el arte español y, muy especialmente, para el flamenco que pone, de nuevo, en lo más alto a dos de sus más egregias representantes. Dos glorias nacionales.

María Pagés ha sido y es una de las máximas expresiones del baile flamenco, especialmente porque ha sabido, sin perder el espíritu de la ortodoxia, ir más allá. Su categoría profesional la ha convertido en un icono que ha llevado el baile flamenco a medio mundo, siempre con éxito mayúsculo. Es una inconformista y, lejos de dejarse llevar por el acomodo, ha luchado por experimentar y encontrar en la fusión de las distintas disciplinas artísticas, en el mestizaje, la raíz profunda del flamenco, mucho más interconectado con otras artes de lo que, a primera vista, pudiese parecer. Pagés concibe cada nueva propuesta con sólido fermento intelectual. Nada en sus espectáculos se deja a la improvisación. Desde que sube el telón se percibe la búsqueda, el vibrante mordiente de ir más allá, de abrir caminos que otros antes no se atrevieron a transitar. María sí que lo hace y el resultado lleva a la reflexión, a la belleza y a la demostración que nuestra danza es un espejo sobre el que proyectamos al mundo un estilo artístico genuino que no es algo del pasado, sino que está muy vivo y bulle de inquietudes en la ruptura de fronteras y prejuicios. Pagés, por tanto, ha abierto puertas a través de las cuales los jóvenes artistas están encontrando el acomodo para añadir su propia ruta creativa. Es, además, una artista generosa, de firmes convicciones éticas y que vuelca su magisterio a través de su centro coreográfico con sede en Fuenlabrada y que se ha convertido, desde su inauguración, en una referencia.

Si Pagés ha marcado la pauta en el baile, no hay la menor duda que la cantaora Carmen Linares es, por derecho propio, una leyenda viva del cante flamenco, integrada en esa generación áurea en la que nombres como Mercé, De Lucía, Morente o Camarón, forman parte indispensable de la historia del género. Ella, también. Ha sido una artista que, de igual modo que Pagés, ha tendido puentes y que ha llevado nuestra música a los cinco continentes. Intérprete excepcional del legado de Manuel de Falla, sus colaboraciones con orquestas como la Filarmónica de Nueva York y decenas de formaciones en numerosos países, le han proporcionado un respeto internacional, consiguiendo integrar el flamenco con el mundo de la música sinfónica.

Ambas comparten un valor que creo sustancial: el de la honestidad escénica, el de la capacidad de evolucionar artísticamente, sin traicionar el legado, y en la búsqueda de la excelencia. Ni Pagés ni Linares han utilizado atajos ni trampas en sus ya extensas trayectorias. Son el mejor ejemplo de que el artista va creciendo “a fuego lento”, con el paso del tiempo, y sin necesidad de alardes efectistas, ni de quemar las naves en propuestas cortoplacistas que acaban quedando en humo, en nada. Un magnífico premio en el que se reconoce a las que son, sin duda, dos de nuestras más grandes artistas.

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