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Martín Caicoya

Donde hay confianza hay menos Covid-19

El hoto hacia el gobierno y los conciudadanos rebaja la incidencia de contagios

Ya le han puesto un nombre que refleja nuestro desconcierto: “El misterio epidemiológico”. Porque hay demasiadas cosas inexplicables en esta pandemia. Veamos algunas que son bien conocidas: Los países más ricos y con más recursos de atención médica han tenido una mayor carga de Covid-19 que los países de bajos ingresos; no hay una distribución geográfica coherente, ni entre ni dentro de las naciones de manera que las tasas nacionales y regionales de mortalidad acumulada varían drásticamente; y quizá lo más sorprendente, los países que antes de la pandemia los expertos creían que estaban más preparados para mitigar los efectos de una pandemia no han sido los más exitosos en hacerlo.

Aparte del azar y el desconocimiento que podamos tener sobre la dinámica de las epidemias, ¿qué otros factores pueden haber intervenido o pueden explicar este misterio? Desentrañarlo es lo que se ha propuesto el grupo Covid-19 National Preparedness Collaborators mediante el examen de la influencia de una ingente cantidad de variables en la incidencia y letalidad de la enfermedad. En un artículo bastante inteligible, en comparación con los que estamos acostumbrados a ver últimamente que abusan de suposiciones y oscuros modelos, unos resultados que inciden sobre nuestra naturaleza como especie.

Desde que existimos, creo, nuestra fortaleza está en el grupo. Es nuestra mejor y casi única arma de defensa. Se construye con la lengua y se basa en la confianza. Los intereses de cada uno de nosotros nos obligan a crear ese ambiente; si no, cómo diablos podrían vender sus productos los panaderos o pescaderos o el hostelero su menú. Lo hacen porque confiamos en que lo que nos den sea lo que nos ofrecen. Y como en cada uno de nosotros convive, en mayor o menor grado dependiendo de las circunstancias, la educación y quizá los genes, el egoísmo y el altruismo, la sociedad, a través del Estado y otros mecanismos de control, se ocupa de que el primero no se desboque.

En el estudio al que me refiero, que publicó “The Lancet” en febrero, examinan en primer lugar el peso de un conjunto de variables que se sabe que pueden influir. Emplean modelos de regresión, una técnica estadística simple y trasparente. Una vez conocido su peso, se pueden ajustar las tasas observadas de manera que esas influencias se anulan y surgen las tasas esperadas. Esto facilita la comparación entre países como si todos tuvieran el mismo nivel de esas variables.

Por ejemplo, en España, una vez ajustada la tasa de incidencia pasa de 242 a 284 por mil, es decir, algunas variables de influencia ejercieron protección. La más importante, el favorable PIB per cápita. También influyó, reduciendo la incidencia, un indicador de posible exposición a betacoronavirus y, en menor medida, la densidad de población. Respecto a la letalidad, el envejecimiento elevó la tasa desde la esperable 7,42 hasta 13,09 por 1000 casos diagnosticados y comunicados. Otras variables que han influido en la letalidad, con un impacto muy pequeño, han sido la polución, el índice de masa corporal, la prevalencia de EPOC, la renta per cápita, la densidad de población y la prevalencia de tabaquismo: todas ellas la elevaron.

Lo que quieren decir estos ajustes es que si en España las variables examinadas tuvieran el valor medio del conjunto de los países estudiados, la incidencia hubiera sido 284 por mil y la letalidad 7,42 por mil. Pequeñas variaciones que muestran la escasa influencia en nuestro país de estos factores. Una vez ajustadas las tasas, los autores pasan a examinar otros factores de carácter organizativo y social.

Hay un clamor general, acusatorio, por la falta de prevención y preparación para afrontar las epidemias sabiendo como sabemos que la superpoblación, la invasión de los territorios vírgenes, la movilidad y el cambio climático facilitan su resurgir o aparición. Pues en este estudio no se pudo demostrar que los más preparados tuvieran menor incidencia. Un resultado que acrecienta el misterio. Tampoco la calidad y extensión del sistema sanitario influye. Sí, y de manera muy importante, las variables que miden el estilo de sociedad. Por ejemplo, cuanta más corrupción gubernamental, más infecciones.

Lo más notable es que los factores que más influyen en la incidencia son las que miden la confianza. La incidencia se podría reducir en un 13% si se alcanzara el nivel de confianza en el gobierno que tienen los daneses y nada menos que en el 40% si nos fiáramos como ellos de nuestros conciudadanos. En todo esto España se sitúa en un puesto poco honorable: tiene uno de los más bajos grados de confianza en el gobierno de los países examinados y en la confianza en los demás suspende con un 4. Cómo actúa la confianza: posiblemente porque facilita la adopción de las medidas contra la propagación del microbio: aislamiento, vacunas, reducción de la movilidad. Queda para sociólogos, antropólogos, politólogos y psicólogos la respuesta a cómo ganar confianza en cada sociedad o grupo social.

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