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Un debate oportuno

El cara a cara en el Senado entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo, un peligro y una oportunidad para ambos líderes

El Pleno del Senado de la próxima semana comenzará el martes por la tarde con la comparecencia del presidente del Gobierno, solicitada por él mismo horas después de que la portavoz del PSOE, en rueda de prensa, diera largas a la reiterada petición de un debate formulada por el líder del PP. Tras el primer cara a cara que tuvieron en una sesión de control, en esta ocasión Pedro Sánchez y Feijóo dispondrán de más tiempo para contrastar y replicar sus respectivas visiones de la situación que vive el país. Con Ciudadanos en trance de verse reducido a partido extraparlamentario, y Vox y UnidasPodemos retrocediendo en sus apoyos electorales, la atención de la política española vuelve a centrarse en la evolución de los dos grandes partidos. El relevo en la dirección del PP y los movimientos en el voto que reflejan las encuestas han renovado por completo las expectativas de las fuerzas políticas y de los electores.

Un debate entre Sánchez y Feijóo, excluida la posibilidad de verlos enfrentados en las pantallas de televisión hasta la campaña electoral de las generales, solo es posible en la Cámara Alta. El líder de los populares presenció el debate sobre el estado de la nación en el Congreso sentado en un escaño, tieso como un palo, pero sin voz ni voto, puesto que no es diputado. Al asumir la presidencia del PP, dejó el gobierno gallego y fue elegido senador por el parlamento autonómico. A este hecho se debe, exclusivamente, que el esperado duelo parlamentario no se celebre en el Congreso, su lugar natural, y tenga lugar en el Senado, la cámara encargada de los asuntos territoriales, con una composición diferente, elegida según un procedimiento distinto, y caracterizada por un ambiente político específico.

El debate concita un interés lógico. El liderazgo de Feijóo ha impulsado al PP, que está en continua progresión electoral, y Pedro Sánchez intenta provocar en el PSOE una reacción que al menos equilibre los pronósticos. Para ello, ha lanzado una campaña con el propósito de recuperar la complicidad de los votantes. Ayer celebró un mitin en Sevilla, en el que se mostró distendido y respondió a las preguntas de representantes vecinales que se identificaron como socialistas. Fue aplaudido, aunque numerosos asistentes cruzaron los brazos cuando recordó el apoyo que había prestado al gobierno de Rajoy en 2017 en la aplicación del artículo 155 en Cataluña. Mañana recibirá en el palacio de La Moncloa a una cincuentena de ciudadanos. Se percibe la inquietud que producen los malos augurios económicos para el invierno en los ciudadanos y Sánchez y Feijóo serán los únicos candidatos que disputen con posibilidades la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones. Una fatal casualidad ha deparado que coincida una batalla electoral larga y muy polarizada con el estancamiento y la máxima incertidumbre de la economía.

Por supuesto, el debate no está exento de riesgos para ambos, pero también es una gran oportunidad, que no se repetirá muchas veces en esta legislatura, para analizar el momento, priorizar las urgencias, evaluar la actuación del Gobierno y conocer las propuestas del PP para el futuro inmediato. Los españoles podrán medir y comparar la talla del gobernante y la del aspirante. Esto es lo que debería ser, una demostración de la grandeza de la democracia. Pero no caigamos en la ingenuidad. Hemos de estar preparados para asistir a un concurso de tópicos y descalificaciones con mucho ruido de fondo. Por ahí, en la pugna partidista, se van buena parte de las energías de la política española. Lo que hace falta en la presente situación es una oferta seria de colaboración del Gobierno a la oposición, pero eso, para qué engañarnos, es pedir peras al olmo. Gobernar es elegir y el Gobierno, ha dicho Pedro Sánchez muy convencido en Sevilla, ya ha elegido ser el gobierno de la gente frente al partido de los poderosos.

El miércoles nos preguntaremos quién ganó el debate, cuál de los dos ha avanzado o ha perdido posiciones ante el veredicto electoral. Más pendientes de los sondeos y de la bulla que de nuestros asuntos, con frecuencia olvidamos que lo primero de una buena política es atender los problemas de los ciudadanos, muy por encima del empeño, por lo demás legítimo, de conquistar una reelección o de derrotar al rival sacando provecho de una circunstancia adversa padecida por todos. Veremos a qué está Pedro Sánchez y si Feijóo resiste a la tentación.

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