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Robots y emociones

Los niños con espectro autista tienen a menudo problemas para reconocer el estado emocional de las personas. Así, por ejemplo, puede resultarles muy complejo diferenciar una cara feliz de una triste. Para ayudar a interpretar estas emociones investigadores del MIT continúan perfeccionando un robot que interacciona con los niños. Al frente del proyecto está Rosalind Picard, experta en computación afectiva, disciplina que trata de incorporar emociones a las máquinas.

El robot empleado usa técnicas de aprendizaje automático. De esta forma puede aprender de cada niño y responder de forma adecuada y personalizada. "En la enfermedad del autismo cada paciente es único y diferente", sostiene Picard. De ahí surge la necesitad de disponer de estos robots adaptables a cada paciente específico.

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