En un sistema político en el que mandan tantísimo los partidos como el nuestro, la democracia interna, tanto en el acceso a cargos y la formación de candidaturas como en la libertad de expresión, pasa a ser una necesidad del sistema mismo. Hay quien se sorprende de que tan cualificados militantes del PSOE como Felipe González y Alfonso Guerra vengan dedicando sus apariciones públicas al ataque al líder de ese partido y Presidente del Gobierno, alimentando así el discurso de la oposición. Personalmente me parece saludable que ocurra, aunque suela compartir poco los argumentos. Es cierto que, de haber sucedido algo así cuando los citados reunían todo el poder en el PSOE y lo gobernaban con mano de hierro en guante de titanio, los discrepantes no habrían acabado bien. Pero esto querría decir que, aunque dicho partido haya empeorado en otras cosas, al menos en eso habría mejorado.