El fin de la "pax" agraria

El campo estalla, harto de ser blanco de desconfianza

Protestas de los ganaderos y agricultores en Oviedo

Protestas de los ganaderos y agricultores en Oviedo

María José Iglesias

María José Iglesias

Tenía que llegar al día...y llegó. La larga "pax" agraria se acabó. Los agricultores y ganaderos han agotado esa paciencia infinita de la que llevan décadas haciendo gala. Ya no pueden más. Llevan años escuchando como se les tilda de agentes contaminantes del medio natural, maltratadores de animales, provocadores de incendios y en general personas poco escrupulosas con la normativa ambiental.

Si a todo eso se une una subida brutal de costes provocada por exigencias cada vez más intensas, controles en todos los ámbitos de la cadena de producción y requisitos burocráticos que rayan el absurdo, tenemos el cóctel perfecto que nutre el descontento. El campo está harto de ser blanco de desconfianza, también de tratar de hacer ver a la sociedad que con el panorama actual la producción de alimentos cada vez será más cara y eso se traducirá en el bolsillo de los consumidores. La comida ecológica obtenida "from farm to fork" (de la granja a la mesa), con criterios de proximidad y máxima calidad, sólo estará al alcance de pocos. La PAC, que nació en 1962 para garantizar el abastecimiento de los mercados y un nivel justo de precios en el origen, ha mudado en un riguroso código de mandatos ecológicos, una cartilla de buena conducta que premia a los "buenos" y castiga a los "malos" agricultores.

El sector no se siente para nada identificado con medidas que gravan las producciones y establecen vigilancia férrea, desde la superficie cultivada al último saco de pienso. A la vez, Bruselas firma tratados con terceros países y da entrada a productos procedentes de estados con normativas mucho más laxas que las de la UE. La Política Agraria, la última gran política común de Europa, está herida de muerte. El drama es que el campo caerá con ella.

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