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Personajes de Cangas de Onís

Tarapiella, fiel a la Virgen de la Salud

Jubilado tras dos décadas en el servicio municipal de limpieza, mata el tiempo en su huerto y colabora con la fiesta de Caño

Sergio Tarapiella, delante de la ermita de la Virgen de la Salud. J. M. CARBAJAL

Sergio Tarapiella Martínez, de 73 años, nació en el núcleo rural de San Martín de Bada (Parres), siendo el primogénito -fueron siete hermanos, de los que aún viven cinco- del matrimonio formado por Manuel Tarapiella Tejuca, oriundo de Sobrepiedra, y Sofía Martínez Vallina, natural de Bada, ambos dedicados a las labores agrícolas y ganaderas. Estudió lo elemental en la Escuela Pública de San Juan de Parres, mientras ayudada a su familia en las tareas propias del campo, hasta cumplir los 16 años, teniendo durante ese tiempo de maestros a Arcadio Diego y a Faustino "el de La Felguera", de los cuales guarda gratos recuerdos.

Con apenas 17 años comenzó a trabajar de pinche en el gremio de la construcción con el maestro contratista de obras Álvaro Fernández Valle, siendo su primer tajo profesional "cavar el cimiento del castillete que hubo que hacer para la torre de la iglesia de Cangas de Onís", recuerda. Y es que le tocó durante varios ejercicios desarrollar el cometido de peón, así como también de oficial, en la ejecución del templo parroquial de Santa María de La Asunción, que cual sería inaugurada el 4 de noviembre de 1963 por el párroco cangués Juan Bautista Fernández Díaz.

Su quehacer en la construcción se vio interrumpido por la llamada a filas para cumplir el correspondiente servicio militar obligatorio. No tuvo demasiada suerte aquel recluta, ya que le destinaron a Marruecos, concretamente a Sidi Ifni. Perteneció al Grupo de Tiradores de Ifni nº 1, una unidad de infantería que permaneció así hasta 1969, cuando la retrocesión a Marruecos de la provincia de Ifni supuso la disolución de la unidad. Hizo trece meses de mili, sin poder coger permiso para acercarse a casa al no poder costearse el largo desplazamiento desde el norte de África hasta el Principado de Asturias.

Licenciado del servicio a la patria, a últimos del mes de noviembre de 1966 regresó a Cangas y retomó su actividad con Álvaro Fernández. Casi un año después, el 7 de octubre de 1967, contrajo matrimonio con Manolita Martínez Granda, vecina de Avalle (Parres). Van camino de cumplir sus "bodas de oro" de casados, y tienen cinco hijos y seis nietos. Tras casi dos décadas prestando servicios en la misma empresa constructora, a Sergio Tarapiella le tocó alternar etapas de desempleo con otros trabajos esporádicos, hasta que le surgió la oportunidad de entrar en el Ayuntamiento de Cangas de Onís, siendo alcalde el popular y carismático Toño Vega Díaz.

Corría la segunda mitad de la década de los 80 del siglo pasado cuando Sergio y otro reducido grupo de personas logran ser contratados, en un primer momento eventualmente, para el servicio de recogida de basuras. Él y "Fonso, el de Narciandi" formaban pareja en las cotidianas tareas de recogida de residuos en el camión conducido en aquella época por Mosquera -posteriormente se externalizó el servicio a la empresa Llamedo, capitaneada por Máximo y sus hijos-. Aquella dupla de altos y fornidos operarios sería motejada como "Los Albertos" -cuando estaban en boga los famosos empresarios Alberto Cortina y Alberto Alcocer- por la que fuera alcaldesa Pilar Díaz Junco, tras fallecer Toño Vega.

A un lado la recogida de desperdicios para echarlos al camión, Sergio y Fonso también dedicaban los domingos a preparar las mesas de los vendedores que acudían puntualmente al mercado semanal de Cangas y, posteriormente, debían retirar toda la parafernalia y dejar expedita como chorros de oro "la plaza" y sus aledaños. En total, veintiún años estuvo desempeñando labores de barrendero para el Ayuntamiento, hasta su jubilación. Tras residir nueve años en Avalle (Parres), una vez casado, acabó cruzando a la otra orilla del río Sella, a Caño (Cangas de Onís), al comprar una "casuca" -conocida como "La Casona", en la que lleva residiendo cuatro décadas.

En la ribereña localidad de Caño es un ferviente colaborador de todo cuanto rodea a la fiesta de La Salud, cada 24 de septiembre, sobremanera desde que disfruta de su jubilación. Le encanta lanzar algún que otro volador y, por supuesto, disfruta como un enano a la hora de la quema del xigante. En una ocasión el pirotécnico monigote estaba centrado en la propia figura de Sergio "el barrenderu". Como no podía ser de otra manera, se lo tomó con mucho humor, pese al estruendo y la humareda. En otra oportunidad la relevante figura pública caricaturizada sería Bárcenas, el popular excajero del PP.

Su devoción por Nuestra Señora de la Salud propició que en distintas ediciones fuese uno de los encargados de portar en andas algunas de las imágenes en la procesión. El año pasado tenía ilusión por llevar a San Miguel, junto a otros devotos, pero cuando tan solo había caminado escasos 40 metros desde la salida de la vetusta ermita, en Caño, hubo de parar y pedir ayuda para que le reemplazaran. Unos problemas cardiovasculares le impedían seguir. "No podía", recuerda Sergio, quien tampoco este año se decantó por intentarlo de nuevo en la multitudinaria procesión, aunque sí estuvo sumido en otras tareas de colaboración con la organización de los festejos.

Pese a que vive casi a pie de río, no le tira para nada la pesca fluvial, y mucho menos la caza. Tampoco le entusiasma el fútbol, ni ningún otro deporte. Suele matar su tiempo de ocio atendiendo su pequeño huerto, incluso sembrando algo de maíz. Eso sí, las tareas en la cocina no son su fuerte -"ni freír un huevo", suelta con gracejo-. En lo que no escatima tiempo es en acudir a darles sus condolencias a las familias de vecinos y conocidos suyos fallecidos. "Si tengo conocimiento de ello, claro que voy", comenta Sergio, una persona que no suele fallar en los momentos duros del fallecimiento de un ser querido.

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