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Un amor de juventud cumplido en la madurez

El destino une al cabo de sesenta años a los piloñeses Neli Fernández y Antonio González, que fueron novios de adolescentes

Antonio González y Neli Fernández, sentados junto al río, en Infiesto. MARIOLA MENÉNDEZ

La historia de amor de Enedina (Neli) Fernández Villa y Antonio González es de película, o de novela. Pero ellos son los que han escrito el guión y lo interpretan, ayudados por un destino que les volvió a unir. Ya de mayores, recuperaron un capítulo de su vida que iniciaron y dejaron siendo unos chavales porque lo suyo no podía quedar así, sin resolver.

Ambos relatan con ilusión y emoción, sin dejar de dedicarse miradas y sonrisas de mucho cariño, que se conocieron cuando ella tenía unos 16 años y él, 18. Ahora tienen 85 y 87. Antonio González, natural de Espinaréu, recuerda, pícaro, que fue en un baile en su pueblo, hace 60 años. Neli Fernández había ido a la fiesta con sus amigas. "La saqué a bailar y bailamos toda la tarde", cuenta. Como no había tiempo que perder, "ya quedamos de lunes, en el mercau de Infiesto, para vernos y dar un paseo". Fueron novios durante 18 meses: "nos veíamos cada ocho días. Los domingos iba a verme a casa y los lunes, en Infiesto". Precisamente, comparten con generosidad su historia de amor y la cuentan a este periódico, también un lunes de mercado. Entonces, la juventud y el amor hacían que los tres kilómetros que González tenía que recorrer a pie para ir a cortejar hasta San Vicente no fueran un impedimento.

Pero él marchó para la mili y, aunque le envió alguna carta a su novia, las circunstancias les separon y cada uno hizo su vida. Se casaron, "con siete días de diferencia", apunta él, destacando lo mucho que tienen en común. Él contrajo matrimonio el 10 de octubre de 1955, con quien fue la madre de sus tres hijos. Ella, el día 8, con el padre de su único descendiente, ya fallecido.

"Estuvimos 60 años sin vernos", más allá de encontrarse en algún funeral, sin llegar a entablar conversación. Pero siempre estuvieron el uno en el pensamiento del otro. La distancia tuvo mucho que ver, pues Neli se mudó a Sama y, cuando su esposo se jubilió, cambiaron la residencia a Gijón.

Hace unos 17 años, el tiempo que llevan juntos, sus caminos se volvieron a unir. Antonio visitó un día a unos amigos en esa ciudad y, cuando les contó su historia con Neli, le dijeron que vivía allí, donde tenía una tienda de comestibles con su hermana.

"Pensaba que si me juntaba con alguien, tenía que ser con ella", confiesa. Ambos ya habían enviudado. Se lo pensó unos días hasta que la llamó por teléfono haciendo que se había confundido. "Le conocí la voz después de tantos años", resalta la mujer, que no pudo evitar dar un grito para contarle a su hijo que la había llamado "aquel novio que se parecía a un artista". Él confiesa que sintió "un respigu". No perderieron más tiempo y al día siguiente se reencontraron. "Nada más que lo vi, lo reconocí. Era como cuando éramos novios, pero más mayor", señala ella. Desde entonces no se han separado y, además de paliar la soledad, que "es dura", disfrutan en Espinaréu, donde viven, del amor que les volvió a unir.

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